'''Dificil traslado de las provisiones.'''
Ahora debemos preocuparnos de trasladar el resto de la carga que dejamos en el campamento anterior. Como hay un sendero para caballos, preguntamos a Millado si nos cedería algunos animales por un par de días, El no parece tener mayor apuro; además, es un hombre solo que puede dislx.ner de su tiempo como mejor le parezca. Dice que no tiene inconvenientes en proporcionarnos lo solicitado. Nos apresuramos en comer el asado al palo recién preparado, y partimos con cuatro caballos. Un chispeante viento del oeste en el lugar donde dejamos anclados los botes me induce a ordenar a Díaz y Martinez que vayan a devolver el bote más grande a Bahamondes; tendrán que llevar el más chico también, ya que ellos deben regresar. Después dejaremos esa embarcación aquí, como medida de seguridad en caso de que nuestra misión fracase. El colono Martínez nos ha acompañado hasta ahora y aprovecha esa oportunidad para regresar a su casa. Muy temprano a la mañana siguiente comienza la actividad en el campamento. Casi podría decirse que estamos en una finca. Nos es familiar y evoca recuerdos el bahido de la yegua que está pastando con los demás animales en la cercania; el balar del cordero también se oye en ror• ma casi ininterrumpida; chucaos y gallaretas que buscan asiduamente su alimento escarbando con las patas, me hacen pensar en gallinas. Disponemos de cuatro caballos para el transporte. Nos cuesta un poco cargarlos; hacen falta cuerdas y correas para amarrar los diferentes bultos sobre el lomo de cada animal. Sin embargO, salimos del apuro. Un cuero de caballo que habíamos traído para hacer mocasines para nuestra gente, se transforma ahora en un lazo que nos soluciona el problema. Partimos a las 9 AM. con los caballos. Como dos de nuestros hombres no participan en la ex. cursión, Torrealba y yo nos hacemos cargo de un caballo cada uno. El camino que ayer parecía algo transitable, hoy nos decepciona mucho. El terreno es muy disparejo y hay que subir o bajar cerros constantemente; a menudo, los animales quedan atascados en la ciénaga. Entonces hay que descargarlos y tirar de las bridas para obligarlo a salir adelante. Apenas hemos avanzado un poco en el transcurso de una hora cuando uno de los animales sufre un percance. Al subir una ladera, tropieza contra la raíz de un árbol, se cae y estira las patas, sepultando la carga bajo él. Aparentemente está acostumbrado a estos intermezzos, pues se queda tranquilo hasta que lo liberamos de la carga; entonces se incorpora, quebrando ramas y matorrales; pero ahi esta, otra vez de pie. Le volvemos a acomodar el bulto sobre el lomo y continuamos. Pasa una hora tras otra y apenas hemos avanzado. Ya nos estamos acostumbrando ala eterna caída de los caballos, su descarga y carga. En una subida especialmente dificil de unos 80 metros, con una pendiente de 20 grados, trato de captar algunas escenas de este angustioso proceso de traslado. Torrealba se hace cargo de mi caballo para que yo pueda manejar mejor la cámara filmadora. Aguilar va adelante y Díaz al final de la caravana, conduciendo el animal que transporta las carpas y sacos de dormir. Aproximadamente a la mitad de la subida, ese caballo tropieza, se da vuelta y queda inmóvil, apoyado contra unos matorrales. Aguilar ha observado el accidente desde más arriba y se apresura a venir en ayuda. En esto, el caballo se mueve un poco, los matorrales ceden y va rodando ladera abajo, arrastrandoa Aguilar. Porsuerte el animal queda atrapado entre dos troncos, pero Aguilar aterriza a unos metros entre los matorrales; menos mal. ileso. Tendremos que esperar para ver qué es lo que logré captar en la pelicula de todo este proceso. Sólo sé que dc puro susto, me olvidé momentáneamente de la filmadora. Ahora hay que preocuparse del caballo. Con ayuda de un lazo y un hacha podemos hacer que el animal se incorpore. Por suerte no se quebró ninguna pata, como yo ya lo temía. Después de innumerables repeticiones de este tipo de accidentes llegamos por último a la choza de Guaquil, meta que nos habíamos propuesto para hoy. Estamos cansados y adoloridos, lo mismo que los caballos. En cuanto los descargamos. se revuelcan en el pasto blando y fresco, trotan un trecho como para despavilarse y luego se ponen a pastar. En cl campamento NO I hay 180 kgs. de carga, pero no lo iremos a buscar hasta pasado mañana; tanto los animales como nosotros necesitamos de un día de descanso. Millado nos esperaba en la choza; nos cuenta que encontró un animal muerto en un hoyo juntoal rio. Nos pide que le ayudemosa sacarloporque cree que se podría aprovechar su cuero y, a lo mejor, parte de su carne. No podemos menos que acceder, más cuando fue él quien nos facilitó los caballos. por eso, y a pesar de haber decretado feriado y nos duelen todos los músculos, debemos levan. tamos temprano. Hay un par de vacas curiosas que olfatean nuestras carpas en forma peligrosa; podría ocurrírseles querer averiguar lo que se encuentra en su interior. Para ello bastaría que incrustaran sus cachos en la lona y entonces tendriamos la desgracia de tenerlas carpas dañadas. Eso no debe ocurrir. Asi es que salimos corriendo a espantarlas, al mismo tiempo que ya acude para lo mismo el perro de Millado. Ingerimos un desayuno frugal y vamosa ver al animal muerto, que se encuentra a un kilómetro de distancia de la choza. Se trata de un novillo gordo de dos años. Es una pérdida considerable para el colono, si se toma en cuenta lo que cuesta traer el ganado hasta estos parajes. Primero sacamos a pala la tierra que rodea el cuerpo por ambos lados; luego organizamos una palanca y con el lazo logramos sacar el cadáver. Un desagradable olor indica que el animal debe haber muerto hace unos cuantos días; la cabeza ya ha sido comida por pájaros y otros animalitos. Millano cree que podrá aprovechar algunos trozos de la Carne, transformándola en charqui. Le doy mi bendición. Mientras los hombres descueran al animal, con Torrealba tratamos de formarnos una idea de este valle. Parados en un banco de arena del rio, podemos ver un buen trecho alrededor. El valle sigue el mismo curso central del Rio Blanco, por lo menos desde la desembocadura del Rio paloma hasta unos 10 kms. más arriba. El paso que conduce desde la desembocadura del Pa146 loma hacia el valle del Rio Blanco se ve claramente en dirección norte. La base rio Paloma parece ofrecer las condiciones más adecuadas para la construcción de una carretera futura. Si continuamos así, podremos damos por satisfechos Temprano a la mañam siguiente y bien des. cansados vamos una vez más al campamento NO I a buscar el resto de la carga. Torrealba parte con los hombres a caballo; yo los sigo a pie, pro. visto de hacha y cámara fotográfica. Quiero sacar algunas fotos y arreglar las partes del camino que están en muy mal estado. A las I I A.M. veo que la caravana ya viene de regreso; Diaz y Martínez los acompañan. A pesar del mal tiempo. se arriesgaron anoche a par. tir en el tx»te más chico. Me alegro de que estemos todos reunidos de nuevo y podamos proseguir juntos ahora. En el campamento NO 2, es decir, la choza de Guaquil, encontramos a un hombre llamado Villarroel que llegó durante nuestra ausencia. Dice que se quiere radicar en el Valle Balto. Justo cuando voy a preguntar de dónde viene en forma tan inesperada, nos cuenta que ha venido caminando desde el Lago Elizalde por el valle Boca de León hasta el Paloma, con un matrimonio Medina. Estos viven a unos 10 kms_ más arriba en un terreno del valle; alli se instalaron hace algunos años. Dice que Medina nos espera. pues ya todo el mundo ha oido acerca de esta expedición y que estamos buscando la mejor ubicación para una posible via carretera entre el Lago Ge• neral Carrera y Puerto Aisén. Una ruta de este ti. po es muy importante para los pobladores de Valle Paloma y por eso cada cual desea aportar algo a esta tarea, en la medida de sus posibilidades. Por eso, Villarroel ha venido a ofrecer su ayuda. Mañana podría señalarnos el lugar más adecuado para cruzar el rio Paloma y, al otro lado, una senda para caballos que conduce hacia el sur. El tiempo nos es propicio desde hace varios días y debemos aprovechar esta circunstancia favorable. pero desgraciadamente, perdemos mu. cho tiempo en la mañana buscando los caballos que vadearon el rio durante la noche, sin que nos percatáramos de ello. A las 8 AM. estamos por fin en condiciones de partir. Villarroel nos cede amablemente su alazán para cruzar el rio. Los otros cuatro caballos transportan la carga. Aguilar demuestra su gran habilidad para guiar a los animales; sentado en el alazán va a la cabeza y hace que los caballos cargados lo sigan. Presenta una linda imágen- Su aspecto de indio se diferencia del tipico indio regional y recuerda más bien al indio pielrroja de los Estados Unidos. Sus rasgos faciales con nariz aguileña contribuyen a esta semejanza. Nosotros llegamos a pie y sin tropiezos a la Otra orilla, en donde atravesamos el campo que pertenece al colono Alegría. El no está en su Choza porque ha ido a buscar a su familia radicada hasta ahora en Puerto Ibañez, a orillas del Lago General Carrera. Posee ganado con un buen corral y una huerta con abundantes verduras.
Asi, todo parece estar bien preparado para la llegalla de la familia. Nos sentamos a disfrutar un asado al palo y re. confortados proseguimos luego la marcha a través del valle. Cabalgando su alazán. Villarroel lleva ahora la delantera. Durante horas nos guia en medio de un bosque quemado. A ambos lados del valle y entre los troncos quemados y blanqueados por el efecto de la lluvia y cl sol. divisamos la nevada cordillera. En todas partes el suelo del bosque está tapizado por los altos matorrales de la zarzaparrilla silvestre (ribes magallanicum Poir) que proviene de estas latitudes. Una cantidad increible de sus frutas cuelgan de las ramas, pero están demasiado verdes por deleitarnos ahora; tal vez podamos hacerlo más adelante.
'''Ascenso con dificultades del cerro Cóndores.'''
Instalamos el nuevo campamento al pic de un cerro bastante alto. Si el buen tiempo perdura, trataremos de escalarlo mañana porque así obtendriamos una buena visión de la región circundante. Pronto nos retiramos a dormir para estar listos temprano a la mañana siguente. Al despertar comprobamos con satisfacción que brilla el sol. Encargamos a Díaz y Villarroel que vayan a inspeccionar la senda que conduce a la choza del colono Medina. Los otros tres deberán regresar para traer los bultos que dejarnos atrás. Torrealba me acompañará cerro arriba. partimos después del desayuno; llevamos instrumentos, cámara fotográfica y una barrita de chocolaDespués de caminar unos 100 mts. por terreno plano pero cubierto de zarzaparrilla, comienza el ascenso. Subimos los primeros 200 mts. por un deslizamiento del cerro, aparentemente reciente. a juzgar por la falta de vegetación en su superficie. Luego comienza una expansión boscosa. pero que sólo conserva troncos quemados, desoladores; la subida aún no es muy dificil por aquí. El fuego debe haberse propalado con gran fuerza; hasta donde la vista alcanza, no se ven más que palos quemados. Sólo junto al limite de la nieve, más arriba, hay una angosta franja de verdes árboles. Se puede reconocer que el fuego debe haber llegado hasta el limite de los bam• bués secos. Las llamas no alcanzaron a dañar el verde bosque, sin ramas bajas. Bajo los troncos muertos de la ladera, tal como a lo largo del valle, se ha originado un mundo vegetal nuevo. Además de la zarzaparrilla que prospera en todas partes, hay cardos, ortigas, apio silvestre, michai, calafates e incontables florecillas. Hasta descubro una orquídea entre ellas. El sol nos acon con sus fuertes rayos que penetran hasta el suelo por entre los troncos sin hojasa Constantemente nos atacan zancudos y tábanos; ansiamos llegar pronto a la franja verde del bosque. Dos horas más de marcha y por fin nos acoge la tupida selva cn cuya sombra nos cobijamos; descansamos un momento junto a un arroyo. Sólo que los tábanos nos siguen persiguiendo, parece no importarles la altura. Continuamos el ascenso bastante empinado; termina la tupida selva y en su lugar tenemos ahora palos y arbustos que nos llegan hasta la rodilla. Ya vislumbramos la cima y vamos pisando las primeras manchas de nieve que se derretirán muy pronto con la llegada de la primavera. Las superficies verdes en torno a estas manchas de nieve van en aumento y no tardarán en desaparecer por a»mpleto_ De pronto pasan dos enormes sombras por sobre la superficie del terreno; y al alzar la vista hacia el cielo azul, vemos que se trata de dos cóndores que giran sobre nuestras cabezas. De modo que ya nos encontramos en medio del reino de estas gigantescas aves, monarcas de la cordillera. Nos siguen hasta la cima y no nos cansa. mos de admirar su majestuoso vuelo. La camina. ta a través del interminable terreno pedregoso es agotadora y nuestras fuerzas decaen. Pero la vo• luntad de llegar a la cima nos hace redoblar los esfuerzos, todavía nos separan de ella unos cuantos tramos nevados y una empinada pared rocosa. Otras dos horas más y logramos llegar arriba a las 2 PM. El viento que sopla ahí casi nos desgarra la ropa; ha auyentado a tábanos y zancudos, pero también al calor. Ahora nos sentimos mucho mejor. Estamos a casi mts. sobre el nivel del mar y la visión que se nos ofrece por todas partes de la provincia de Aisén. seguramente no la ha tenido nadie hasta ahora. Una nevada cumbre sigue a la otra; hacia el noreste alcanzamos a ver hasta Coyhaique y Mano Negra. En dirección norte y noroeste se ven el lago Caro y el Valle del Rio Blanco, como también el pan de Azúcar y los conocidos glaciares colgantes. Claramente se pueden distinguir el paso que a partir del desagúe del Lago Elizalde conduce hacia el valle del Rio Blanco. Desde el sur hacia el occidente se extiende una cadena de puntiagudas cumbres; son los cerros que circundan el Lago Paloma, del que surgen el río homónimo. El descubrimiento más interesante que hacemos es un valle que sc extiende hacia el Sur, al parecer hasta el Valle Ibáñez. tal vez podamos llegar ahi para seguirlo a lo largo hasta la meta que nos hemos propuesto. Muy lejos en dirección sureste, alcanzamos a ver una columna de humo; aparentemente se trata de un incendio forestal cerca del curso inferior del Rio Ibáñez. La cima donde nos encontramos se prolonga hacia el oeste en forma de una cresta que termina en otra cima aún más alta que ésta. El hielo acumulado de un hermosísimo glaciar colgante, que queda al noroeste y es alimentado por un extenso ventisquero detrás de él. envia su hermoso fulgor hasta donde nos encontramos. Una vez que hemos terminado con las tomas fotográficas y anotaciones geográficas de rigor. empezamos el descenso hacia nuestro campamento. Dejamos atrás la sinfonia blanca y azul, y las grises laderas pedregosas nos acogen de nue• vo. Ahora podemos dominar el Valle Paloma en toda su extensión; se proyecta a unos 15 Kms. de distancia hacia abajo. El rio Paloma serpentea por él como una culebra gigante.
Recién ahora nos damos cuenta de que estamos hambrientos y sedientos. En estas alturas toda. vía no hay agua y con la garganta tan seca no podemos tragar cl Chocolate Cuando encontramos el primer arroyo nos precipitamos a beber dc su buen rato y luego continuamos la caminata; dos Nuestros hombres han cumplido sus tareas tal como se habia planeado. Todas las cosas están listas y Díaz terminó la senda hacia el asentamiento de Medina. Lo único que falló fue el caballo que iba a comprarle a Villarroel. l)ice que el animal se cayó tres veces, entonces optó por abandonarlo. Medina le facilitó unode sus caballos y nos cuenta que éste ha ofrecido apoyo con toda su tropilla, es decir, el conjunto de animales que posee. Asi habriamos solucionado en forma definitiva el problema de los caballos de carga. Antes dc partir dc madrugada. aprovecho cl buen tiempo para sacar algunas fotos dc nuestro campamento y el cerro que escalamos y que bau• tizamos *Cerro de los Cóndores- cn homenaje a los pájaros que pudimos admirar desde su cima.