Comparador
CAPÍTULO VII: EL SIGLO XVII 1600 -1700 Desentrañando la receta de la Creación: La revolución científica En la década de 1540, se rumoreaba que se escribía un libro que situaba al Sol, y no a la Tierra, como el centro del Universo. No era una idea placentera para una sociedad habituada a verse a sí misma como la médula de la creación divina. En 1539, Lutero escribió acerca de “este necio quiere revertir toda la ciencia de la astronomía”. La obra, De revolutionibus orbium coelestium, fue publicada en 1543, casi al mismo tiempo que la muerte de su autor: un hombre que nadie podría haber llamado la encarnación del anticlericalismo, sino un clérigo católico polaco, llamado Nicolás Copérnico. Escrita en un lenguaje extremadamente técnico para restringir su diseminación inicial a la comunidad científica, no logró evitar que el texto acabara prohibido por la Iglesia en 1616. La revolución científica se había desatado. Una explosión descubrimientos comenzó a esparcirse por Europa. Se abandonaron algunas de las ideas más disparatadas de Aristóteles, como que la materia estaba compuesta de tierra, agua, aire y fuego. La forma de investigar cambió radicalmente, y desde el siglo 17 comenzó a adoptarse lo que hoy llamamos “método científico”, en el que la observación y medición sistemática da pie a la formulación y testeo de una hipótesis. Son los años en que nace el Empirismo, la teoría según la cual el conocimiento se adquiere fundamentalmente a través de la experiencia sensorial. Su creador, Francis Bacon, la practicaba con tal ahínco que en 1626 murió de pulmonía, tres días después de experimentar el efecto de la nieve y el frío en la preservación del cadáver de un pollo en medio de una fuerte nevada . La medicina humana hasta entonces empleaba la anatomía de Galeno, aun cuando ésta había sido elaborada disecando principalmente macacos , pues el Imperio Romano no permitía el uso de cadáveres humanos. Poca sorpresa que se creyese que nuestra estructura ósea craneal era similar a la de los perros, que la sangre venosa se producía en el hígado, o que los genitales masculinos y femeninos en el fondo eran los mismos pero invertidos: “Dobla hacia afuera los de la mujer, dobla hacia adentro, a modo de decir, y dobla en dos los del hombre, y encontrarás lo mismo en ambos en cada aspecto” enseñaba Galeno . Hasta que Andreas Vesalius sacudió todo en 1543 con su serie de anatomía De humani corporis fabrica, y luego William Harvey en 1628 explicó en detalle cómo era esto de que la sangre de venas y arterias eran en realidad el mismo circuito. La definición de los contornos de América permitió al fin elaborar cartografía global en serio. Ya no era necesario camuflar la ignorancia rellenando los extremos con maléficas bestias marinas. En 1569, el flamenco Gerardus Mercator publicó por primera vez un mapamundi razonablemente preciso, y la proyección utilizada, que aún lleva su nombre, es uno de los avances más significativos de la historia de la cartografía. Luego a algún creativo se le ocurrió ilustrar la portada de su libro con Atlas, el personaje de la mitología griega cuyo oficio era sostener el mundo en sus brazos, y el nombre pegó . La astronomía experimentó enormes saltos. A instancias de su padre, Galileo había optado por medicina, tanto mejor pagada que las matemáticas. Pero un día, mientras estudiaba, observó ensimismado un candelabro meciéndose al viento, intrigado por el hecho que la duración de los ciclos no dependiese de su amplitud. En otra ocasión, asistió a una clase de geometría por accidente. Fue así que el llamado de las matemáticas y la filosofía natural se volvió más fuerte . Para consuelo de su padre, el giro al menos no era tan pernicioso desde el punto de vista financiero como su idea original de volverse sacerdote. Sus observaciones permitieron confirmar las fases de Venus, descubrir las 4 lunas mayores de Júpiter e identificar las manchas solares. Hoy se lo considera el “Padre de la astronomía observacional” y el “Padre de la ciencia”, entre otros títulos científico-nobiliarios. Por su cerrada defensa del heliocentrismo copernicano fue condenado por la Iglesia. Así, uno de los mejores trabajos de Galileo fue escrito bajo arresto domiciliario, en cuya condición vivió los últimos 8 años de su vida. Murió, el 8 de enero de 1642, exactamente 300 años antes del nacimiento de Stephen Hawking, el 8 de enero de 1942 . La Iglesia mantuvo en la lista negra a los libros que abogaban por el sistema copernicano hasta 1835, aunque a esas alturas la discusión estaba tan obsoleta como la ruta terrestre de la seda. Durante el último cuarto del siglo 16, Tycho Brahe, un noble danés, se convirtió, de acuerdo a Arthur Burtt, en "el primer intelecto competente en la astronomía moderna en sentir ardientemente la pasión por datos empíricos exactos”. Un hombre peculiar, durante su juventud se batió a duelo de espadas con su primo ante la imposibilidad de resolver mediante mecanismos civilizados una discusión sobre una fórmula matemática. Por ello cargó el resto de su vida con una nariz postiza de oro y plata, pegada a su rostro con pegamento . En otra ocasión, acordó con otro caballero de alta alcurnia intercambiar un alce de su propiedad por un caballo. Antes de que el trato se concretase, Tycho se vio obligado a dar las tristes noticias de que el animal acababa de morir en una visita a un noble de Landskradona, pues el alce había bebido demasiada cerveza y luego rodado por las escaleras . El caso es que, al despuntar el siglo 17, Brahe había acumulado las mediciones astronómicas más completas y precisas jamás registradas. Fue entonces que conoció a Johannes Kepler. Impresionado por su talento, lo contrató a como su asistente. Pero era tan celoso de sus números, que ni siquiera tan lúcido ayudante tenía acceso completo a ellos. Nada que el exceso de vino no pueda solucionar. En 1601, Brahe asistió a un banquete en Praga. Las horas de buena mesa corrían y corrían, pero él se resistía a levantarse al baño a orinar, pues le parecía una falta de etiqueta ante tan distinguida concurrencia. 11 días más tarde, moría de afecciones a los riñones . Kepler ganó acceso al mejor banco de datos astronómicos a la fecha. Durante los siguientes años, el escrupuloso estudio de los registros le permitió descubrir las tres leyes gravitacionales que hoy llevan su nombre. Pero como de algo hay que vivir, Kepler compartía el estudio de las propiedades esenciales del cosmos con su oficio como astrólogo, escribiendo horóscopos y predicciones , comentando que "Dios provee para cada animal sus medios de subsistencia. Para el astrónomo, El ha proveído la astrología". No era lo único que hacía que su vida se debatiera entre la ciencia y la magia: su madre fue acusada de bruja y torturada en 1615 (fiel reflejo del espíritu de los tiempos: entre 1561 y 1670 se ejecutaron más de 3.200 supuestas brujas sólo en el sudeste de Alemania ). En 1610, recibió un misterioso anagrama de Galileo.: smaismrmilmepoetaleumibunenugttauiras. El italiano buscaba demostrar entre sus pares su primacía en un importante descubrimiento, pero como no estaba en condiciones de publicarlo lo envió cifrado. Armándose de paciencia infinita, Kepler reordenó las letras para llegar a Salve umbistineum geminatum Martia proles, o “Salve, ardientes gemelos hijos de Marte”. ¡Marte tiene dos lunas! En realidad, el mensaje se decodificaba como “Altissimum planetam tergeminum observavi”, el modo de Galileo de informar con discreción que Saturno era en realidad tres planetas, su interpretación errada de su observación del anillo. No fue sino hasta 1877 que se pudo comprobar que Marte tenía lunas. En efecto, dos . Luego recibió otro texto enigmático en latín, que tras reordenarlo leyó como macula rufa in jove est gyratur mathem, o “Hay una mancha roja en Júpiter que rota matemáticamente”. Lo cierto es que Galileo quería indicar que había descubierto las fases de Venus. Mucho después se descubrió que, en efecto, Júpiter luce una conspicua mancha roja . La primera mitad del siglo 17 fue también el periodo de la obra de René Descartes, matemático, escritor y quien hoy es considerado el “Padre de la Filosofía Moderna”. Como “primer racionalista”, defendía la idea de que la razón es la principal fuente del conocimiento. En ese contexto, resulta extraordinario que su decisión de abocarse a la ciencia se originara en 3 sueños . En 1639, un adolescente de 16 años llamado Blaise Pascal presentó un nuevo teorema sobre cónicas. Era tan joven para algo así, que Descartes estaba convencido que el verdadero autor era su padre. Cuando le hicieron ver su autenticidad, despreció el trabajo, tal vez sintiendo que una amenaza intelectual se le venía encima: “No me parece raro que haya ofrecido demostraciones acerca de las cónicas más apropiadas que aquellas de los antiguos, pero otras materias relacionadas con este tópico pueden proponerse que difícilmente se le ocurrirían a un niño de 16 años”. Durante su vida, Pascal realizó enormes avances en materia de fluidos, aclarando los conceptos de presión y vacío, y generalizando los trabajos previos de Torricelli, quien había explicado ya que vivimos en el fondo de un océano de aire más que en la superficie de la Tierra. Increíblemente, construyó una calculadora mecánica, conocida como Pascalina. Ante la solicitud de un amigo apostador, comenzó a escribirse con Pierre Fermat, dando origen a la teoría de las probabilidades. Fermat, a su turno, era o bien un genio sobrehumano o bien un farsante, pero casi con absoluta seguridad lo segundo: escribió como una nota al margen que había encontrado una bella demostración de que an + bn = cn no se cumple para enteros mayores cuando n es mayor que 2 pero que no tenía espacio allí para exponerla. El problema recién fue resuelto en 1994, y la prueba tiene más de 150 páginas, principalmente de matemática desarrollada durante el siglo 20. Y, entre tanto hallazgo de propiedades fundamentales, Pascal se dio el tiempo de inventar la ruleta, como un subproducto de sus estudios del movimiento perpetuo . Era en este tipo de personas que Newton debe haber estado pensando cuando señalaba en sus cartas que sus logros se debían a que se había “parado a hombros de gigantes” que lo precedieron. Newton. Quizás el mayor portento intelectual que ha pisado este planeta. Una singular amalgama de religión y ciencia. Respecto a la religión, era un devoto cristiano, hijo de padres puritanos. Seguidor del arrianismo, cuyo principal postulado era que no existía la Santísima Trinidad (irónico que su propio college era el "Trinidad" ). A los 19 años, hizo una lista de sus 57 peores pecados, la que incluía nimiedades tales "hacer tortas un domingo en la noche" . Usó el libro bíblico de Daniel para anunciar que el fin del mundo ocurriría en 2060: "Con este cálculo (...) espero poner un alto a las conjeturas de hombres fantasiosos que predicen frecuentemente la fecha del fin, trayendo las sagradas profecías al descrédito tan a menudo como sus mismas predicciones fallan" . De las 3.600.000 palabras que escribió a lo largo de su vida, sólo del orden de 1.000.000 tratan de ciencia, y unas 1.400.000 de teología . Y respecto a la ciencia, ¡ufff! Abra una página al azar de un diccionario científico y algo llevará su nombre. Describió la ley de gravitación universal y demostró que las leyes físicas terrestres son las mismas que gobiernan los cuerpos celestes. Definió las bases de la mecánica clásica mediante sus célebres 3 leyes. En óptica, descubrió que el color es una propiedad intrínseca de la luz y construyó el primer telescopio reflector de la historia. Determinó la ley de convección térmica y colonizó el terreno de la mecánica de fluidos, estableciendo la ley de viscosidad. Ah, e inventó el cálculo diferencial, pero eso sólo porque lo necesitaba para sus otros asuntos. Lagrange dijo de él que fue "el mayor genio que ha existido y también el más afortunado, dado que sólo se puede descubrir una vez un sistema que rige el mundo." Buena parte del periodo más productivo de Newton fueron los dos años que estuvo enclaustrado en Woolsthorpe, con la universidad de Cambridge cerrada por la Gran Plaga. Una vez más, la peste bubónica asolaba Londres, quitándole la vida a cerca del 15% de la población (trauma que explica aún sea ilegal parar un taxi si has contraído "la plaga" ). Este es el periodo, a los 23-24 años de edad, en que sentó las bases del cálculo diferencial e integral, y que vio caer la famosa manzana que tanto lo inspiró sobre gravitación (pero que, para decepción de la afición, jamás cayó sobre su cabeza). Esto es 10 años previo a que Gottfried Leibniz llegase a los mismos resultados en forma independiente, si bien éste último los publicó 9 años antes. Ello originó a una encendida controversia por la autoría que animó la esfera científica de fines del siglo 17. Hoy sabemos que varios miles de años antes que ambos se ensartaren en esa guerra de recriminaciones, los espermatozoides ya utilizaban la derivada temporal de la concentración de calcio para guiarse en la carrera para fecundar el óvulo. Los autores de este hallazgo titularon persuasivamente su trabajo como “"Sperm can do calculus!"” (imposible batir a la Madre Tierra). Solía experimentar consigo mismo. En cierta ocasión, sólo para evaluar las consecuencias, Newton insertó una larga aguja en su ojo y luego la frotó con la intención de llegar hasta el cráneo, “entre el ojo y el hueso, lo más cerca a la parte posterior del ojo que pude”. Curiosamente, nada permanente ocurrió . Un verdadero comprometido con la causa científica. A una edad más avanzada, cuando sus aportes más significativos habían quedado ya plasmados en letras de molde, fue miembro del Parlamento Británico, en representación de la Universidad de Cambridge. Su aporte legislativo, en todo caso, no da para incluirlo en su currículum: contaban sus contemporáneos que en todos esos años pidió la palabra una sola vez… para pedir que se cerrara una ventana porque hacía frío . No hay forma de probar la veracidad de la historia, pero al menos es coherente con el carácter del personaje. En 1696, el matemático suizo Johann Bernoulli desafió a sus colegas matemáticos de toda Europa a resolver en 6 meses dos problemas aún sin solución. Sólo Leibniz logró resolver uno de ellos, a duras penas y sin llegar a una solución general, y pidió extender el plazo. Sir Edmond Halley, quien calculó la órbita del cometa epónimo, se percató de que el problema no había llegado a menos de Newton, por aquel entonces retirado de la canchas y dedicado a su poco excitante vida de custodio de la Casa de la Moneda. El genio recibió el desafío a las 4 P.M. del 29 de enero de 1697, de vuelta de sus labores y cuando ya había transcurrido un año desde que se lanzara el desafío. Antes de partir al trabajo el día siguiente, había inventado toda una nueva rama de la matemática llamada el cálculo de variaciones y había enviado en forma anónima la respuesta a ambos problemas . Bernoulli declaró vencedor a Newton ¿Cómo supo de su autoría? Tanquam ex ungue leonem, "Por sus garras se conoce al león", fue todo lo que tuvo que decir al respecto. Durante el último cuarto del siglo 17, Antoni van Leeuwenhoek perfeccionó el microscopio y descubrió los microorganismos, a los que llamó animálculos, arrojando por la borda la peregrina idea de la época de que ciertos bicharracos debían su existencia a la generación espontánea. A tal nivel llegaba su entusiasmo por la microscopía que examinó bajo el lente una explosión de pólvora, casi quedando ciego en el intento . Sobre esos hombros se paró luego su contemporáneo Robert Hooke, quien acuñó la palabra “célula” a partir del latín para celda, pues le pareció que los tejidos de las plantas no podían tener más pinta de celdas monásticas . Ante tanta novedad microscópica, se necesitaba un nombre para ese mágico dispositivo biconvexo. A fines del siglo 17, lo recibió: “lente”, por su parecido con las lentejas . Europa devastada: La Guerra de los Treinta Años En 1618, estalló la Guerra de los Treinta Años, uno de los conflictos más prolongados y destructivos de los tiempos modernos. Comenzó como una lucha entre protestantes y católicos, aún cuando varios de los estados miembros seguían en teoría bajo el mismo alero del Sacro Imperio Romano Germánico. Pero con el tiempo evolucionó a un conflicto de carácter más bien político. En el fondo, una continuación de la rivalidad entre los Habsburgo y los Borbones por la preeminencia en la esfera europea, que en la práctica resultó en Francia enfrentando a toda la pandilla de los Habsburgo. Con 30 años de continuas reyertas, los beligerantes quedaron devastados. Los soldados, quienes no siempre pedían permiso a los campesinos para usufructuar de sus cosechas, provocaron una hambruna que llegó a disminuir en cerca de un tercio la población de los estados alemanes. Württemberg perdió a tres cuartos de sus habitantes. En aquellos años los combatientes esperaban ver retribuidos sus servicios a través de los saqueos o los tributos impuestos a los vencidos, pero como no hubo mucho que saquear ni a quien hacer tributar, siguieron décadas de ausencia de imperio de la ley, lo que golpeó sobretodo a los habitantes de los terrenos ocupados. Como si balas, hambre y ejércitos desalmados no fuese suficiente, todo este trajín de tropas, sumado a la falta de higiene y hacinamiento de los refugiados, hizo estallar las epidemias varias que pululaban por aquellos años, incluyendo tifus, disentería y nuestra vieja conocida, la peste bubónica. Entre medio de todo este drama, los miembros de un regimiento de mercenarios croatas usaba finas bufandas de algodón y seda. Los uniformes militares aún no hacían su entrada en escena, con lo que éstos estilosos guerreros se volvieron fácilmente reconocibles. Dentro de poco, hasta Luis XIV usaba una cravat, el francés para “croata”. Pronto era popular en toda la corte, y es esa moda la que explica que sofocar el cuello y dificultar el lavado de dientes mediante arbitrarias “corbatas” sea hoy una muestra de refinación y elegancia . Por fin en 1648 se firmó una serie de acuerdos conocidos como la Paz de Westfalia. Además del fin del conflicto, este acuerdo dio pie a otras dos grandes reformas. Primero, se consagraba al fin la libertad de cada uno de expresar su religión, cualquiera esta fuera. Segundo, se sentaron las bases de los estados nacionales soberanos, sobre los que la injerencia externa quedaba proscrita para asuntos domésticos. Los Habsburgo ya no podrían meter sus narices porque se habían levantado con el pie izquierdo esa mañana. Era el inicio del fin de los bloques imperiales, y un paso clave en la dirección del esquema hoy reinante de países independientes, pasaportes y todo eso. Las regulaciones se volvieron parte integral de la Constitución del Sacro Imperio Romano Germánico, y es lo más parecido que hay al primer tratado internacional moderno. ¿Demasiado bueno para ser verdad? Bueno, sí: España y Francia siguieron guerreando por 11 años más. Pero qué mejor que matar dos pájaros de un tiro, y además de la Guerra de Treinta Años este pacto dio fin a los 80 años de revueltas independentistas en Países Bajos. Los peninsulares lo reconocieran como un estado independiente y no más como una pieza más del ajedrez de los Habsburgo. Hay vida allá afuera: La colonización Norteamérica no ofrecía oro como para llenar habitaciones de rescates. Más que un terreno para establecerse, se la veía como una mina de recursos naturales que explotar para financiar sus guerras, y un espacio para ajustar las diferencias territoriales europeas. Los pioneros de la reina virgen no habían prosperado. Sólo en 1607 se fundó la primera colonia permanente, en Jamestown Virginia, aunque un tercio de los aventureros murió en el viaje, y otro tercio durante el primer año. Y en el invierno de 1609-1610, murieron 460 de los 500 restantes. Pero felizmente no se conocía aun el cáncer de pulmón, y en algunos años ya prosperaban a punta de exportaciones de tabaco. Los franceses siguieron sólo un año después, instalándose en Quebec. Países Bajos probó suerte en Sudáfrica, noroeste de Brasil y Angola -a costa de los portugueses-, Indonesia y Ceylán. En 1626, el neerlandés Pieter Schagen compró a los indígenas la isla de Manhattan en 60 florines de la época (US$ 1.057 de 2014) como un centro de operaciones del comercio de piel de castor, y la llamó New Amsterdam. Mirando los rascacielos que hoy configuran el horizonte neoyorkino, es fácil calificar esto como la mejor transacción inmobiliaria de la historia, pero uno tiende a olvidar que si el señor Schagen hubiese destinado ese dinero a activos financieros con la rentabilidad promedio del Dow Jones en el siglo 20, al 2014 poseería US$ 514 billones , más que el valor de todo el terreno de Manhattan. Claro que pronto los británicos decidieron que New Amsterdam les interfería en su expansión hacia el oeste, por lo que la capturaron y la denominaron New York, entregándoles a cambio a Países Bajos Surinam (el que sí compite por el peor negocio inmobiliario de la historia). Muchos de los que llegaron eran puritanos: fanáticos religiosos que dejaban las indecorosas tierras europeas para fundar una prístina patria nueva. El caso más conocido es el de los 102 pasajeros del Mayflower, que desembarcaron en el actual Massachusetts en 1620. A veces, su celo alcanzaba proporciones insólitas: cuando nació un cerdo con un solo ojo en New Haven en 1642, se interpretó como una señal divina de los pecados y malos hábitos de un caballero de nombre George Spencer, cuya flaqueante fe era bien conocida, y se estimó que la respuesta más apropiada era… ahorcar a Mister Spencer . El mercado de los esclavos El mercado de la esclavitud no nació con la conquista de América. Existía ya una larga tradición en “la industria”, tanto al interior de África como entre intermediaros árabes, y entre 1440 y 1640 los portugueses habían concentrado el monopolio en el Atlántico. Los morenos habían probado ser útiles en las plantaciones de azúcar de las colonias atlánticas, como las canarias, Azores y Madeira. La condición de esclavo ni siquiera era privativa de las personas de raza negra: entre 1580 y 1680, cerca de 850.000 europeos blancos lo sufrieron en la costa del norte de África . Pero con la creciente demanda por caña de azúcar, en parte por la también creciente popularidad del té y el café en los paladares occidentales, durante el siglo 17 los números adquirieron nuevas dimensiones. Hacia fines del periodo, la mitad de la población de Brasil eran esclavos . “El producto” eran usualmente personas capturadas por los propios africanos, con frecuencia tras alguno de los numerosos conflictos que asolaban aquellas tierras, que eran luego vendidos a los europeos. Con el tiempo, muchos africanos se abocaron derechamente al negocio de capturar miembros de grupos étnicos vecinos para cambiarlos por armas de fuego y otros productos manufacturados. Y luego, la combinación de ambas causales: guerras provocadas con el objetivo de vender a los vencidos. En otras ocasiones, eran los propios blancos los que salían de cacería; el eterno anhelo de evitar intermediarios. Luego venía el espantoso viaje a las costas de América, en que un 10% a un 15% moría por enfermedades o por las horrorosas condiciones del barco. Y finalmente el arribo al destino, donde eran vendidos cual ganado. De acuerdo a Patrick Manning, unas 10,5 millones de personas llegaron a destino entre los siglos 16 y 19, y otro millón y medio murió en el viaje. Unos 4 millones fallecieron en el proceso de captura y marchas forzadas al puerto, incluyendo la provisión de los mercados asiáticos –a donde llegaron unos 6 millones- y la “demanda interna” del propio continente africano –unos 8 millones más-. No son pocos los que han asociado esta selección no-natural al extraordinario rendimiento atlético de los negros. De acuerdo Herb Elliott, el médico de los atletas jamaiquinos que barrieron con los oros de velocidad en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, como Jamaica solía ser el último puerto en la cadena de distribución, y como los más dóciles eran los primeros en ser seleccionados por los compradores, a la isla llegaban sólo los más agresivos y luchadores, lo que ayuda a explicar su privilegiada genética . Crueldad inhumana aparte, el capital generado por las plantaciones explotadas por esclavos permitió financiar bancos, consolidar el sistema de créditos e invertir en innovación, un paso clave hacia la revolución industrial británica. El declive de España y el ascenso de Francia España estaba en franco declive: el flujo inicial de riquezas fáciles no generó incentivo alguno a innovar, y se volvió hostil a lo que sea que desafiara el catolicismo: censuró libros e incluso prohibió a sus estudiantes asistir a establecimientos extranjeros. Su intransigencia la llevó a enfrentar una revuelta en Nueva España (actual México) en 1692 por la exigencia a los indígenas de rasurar sus patillas . Con Inglaterra aún en el camino a convertirse en la gran potencia, Francia dominó la política durante la segunda mitad del siglo 17. El ideólogo del absolutismo Borbón había sido un ex soldado, luego obispo y cardenal, que hizo oídos sordos a eso de dar al César lo que es del César y compartía sus quehaceres eclesiásticos con el cargo nada menos que de Primer Ministro de Francia entre 1624 y 1642: Richelieu. Pulverizó cualquier asomo de oposición interna, demoliendo los castillos de los aristócratas, y aplastó a los protestantes. También se dio tiempo para la cocina: impuso por ley el cuchillo de punta redondeada con que hoy comemos, en parte harto de ver a sus invitados limpiarse los dientes con la punta del cuchillo, y en parte para evitar asesinatos en las comidas . Entre 1610 y 1643, la corona ornaba la cabeza de Luis XIII. Como siempre, había que asegurar un sucesor, empresa que no resultó nada de sencilla. Más interesado en sus hobbies que en las carnes de su esposa, Ana de Austria, tras más de 3 años de espera hubo que arrastrarlo al lecho para consumar de una buena vez su matrimonio. Siguieron cuatro pérdidas, hasta que en 1638 nació el heredero. Y vaya heredero. Luis XIV asumió el trono a los 5 años de edad, y reinó por los siguientes 72 (tan prolongado periodo hace aún más increíble que sus médicos hayan escrito que el monarca se bañó dos veces en toda su vida ). Creía que la atribución de reyes a conducir las riendas de la nación tenía un origen divino, y se abocó a crear un estado centralizado, operado desde Paris. Aunque no hay pruebas de que efectivamente haya pronunciado su célebre “El Estado soy yo”, está claro que se comportaba así, y es la máxima figura del Absolutismo Monárquico. Como todo gran poder que se precie de tal, Francia estuvo embarcado en numerosas guerras en el periodo (¿de qué vivirían los historiadores de otro modo?) con Países Bajos, con la Liga de Augsburgo (que no es lo mismo que los Habsburgo) y la guerra por la sucesión de la corona española, entre otras. Luis fue un gran mecenas de los artistas. Molière fue uno de los beneficiados. Claro que por mucho dinero que el rey pusiera en la mesa no podía evitar que el dramaturgo acabara muriendo de un ataque de tos y hemorragia en plena presentación del "El Enfermo Imaginario", mientras actuaba como el hipocondríaco . Asumió el cargo de Protector de la Academia Francesa, lo que benefició a personajes ilustres como Charles Perrault, autor original de la Caperucita Roja de 1697 (decimos “original” porque en el texto de Perrault el Lobo se come a la abuelita y a Caperucita, sin que nadie las rescate; el leñador al rescate es un añadido de los Hermanos Grimm de 1812 ). En el intertanto, quiso la fortuna que una nueva veta productiva asomara en la economía francesa: el champagne se puso de moda, y la región homónima hasta hoy goza de los réditos de su denominación de origen. Eso sí, para desventura del monje benedictino Dom Pierre Pérignon. En 1668, a sus 29 años de edad y pocos antes que el espumante adquiriese su nuevo estatus, los vitivinicultores de la región, muy disminuidos por la competencia de Borgoña, le habían encomendado eliminar esas molestas burbujas, hasta entonces consideradas una indiscutible señal una pobre elaboración. El clérigo tuvo que revertir obedientemente el proceso . La sucesión del Rey Sol fue el resultado de una fulminante cadena de mortandades. Al nacer en 1710, el futuro Luis XV era el 4º en la línea de sucesión. Sobre él estaban su hermano mayor, su padre y su abuelo. Con el rey en edad ya muy avanzada, nadie hubiese dado un peso por sus chances. Pero en 1711 murió repentinamente su abuelo, y en 1712 su padre, su hermano mayor y su madre cayeron víctimas de la viruela. El rey falleció en 1715, con lo que a los 4 años el infante recibía la corona . Con su tío Carlos muerto en un accidente de caza en 1714 y su tío Felipe V de España lejos de vista, los retratos familiares de Luis XV eran desgarradoramente solitarios. La preeminencia de Países Bajos De la mano del calvinismo, Países Bajos alcanzó un sorprendente liderazgo durante el siglo 17. Pese a que desde 1568 libró una guerra de 80 años contra España por su independencia, y a que su territorio es poco más que una peca europea que solo con lupa se aprecia en un mapamundi, se volvió el principal centro comercial del norte del continente. Era el ambiente más avanzado del mundo para la ciencia, y en el plano artístico uno de los más refinados, con Rembrandt y Vermeer a la cabeza (la música era una excepción, pues los calvinistas la consideraban una extravagancia innecesaria, prohibiendo incluso las piezas de órgano en los servicios religiosos). Con nuevas tecnologías para aserrar madera, construyeron una cuantiosa flota de barcos, y superaron a los ibéricos como primera potencia oceánica. Forzados a buscar nuevos mercados como consecuencia de los embargos españoles, en 1602 establecieron la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales para sustentar sus operaciones en Asia. Se trató de la primera multinacional de la historia, y su financiamiento mediante acciones generó el primer mercado bursátil moderno. Posiblemente, fue también la primera compañía con atribuciones para guerrear, colonizar y someter poblaciones indígenas. Habiendo capturado las Islas de las Especies y embolsándose la parte del león del negocio, la empresa pagó un jugoso 18% anual de dividendos por casi 200 años. Para financiar el creciente comercio transoceánico, en 1609 se fundó el Banco de Amsterdam, el primer banco central de la historia, que proveyó de un grado de seguridad y flexbilidad en el acceso a financiamiento al que británicos y franceses no podían aspirar. La esclavitud era ilegal en los territorios neerlandeses, pero ello no les impidió en 1619 asumir el liderazgo de tan lucrativa mercancía, construyendo barcos a la medida de las necesidades. El comercio ante todo. Su clima de tolerancia religiosa, algo de lo más especial para la época, atrajo todo tipo de inmigrantes, entre ellos ricos mercaderes judíos con sus sacos de dineros a cuestas, en especial de Portugal. También a científicos, atraídos por la premisa de que la hoguera no era el destino prevalente para los impulsores de nuevas ideas. Descartes y van Leeuwenhoek son sólo dos de ellos. Tanto, que en torno a la mitad de la población era primera generación de inmigrantes durante el siglo 17 y hasta bien entrado el 18. Son estos los años en que Jan Leeghwater lideró la inextinguible batalla contra el mar bombeando agua con molinos de viento, y que hoy tiene al 26% del país bajo el nivel de mar. La influencia de esta potencia se hizo sentir hasta en el reino vegetal. A través de selección artificial y cruzas con variedades afganas produjeron la zanahoria naranja que hoy todos conocemos –la variedad salvaje era de color púrpura-, el color de su casa real. Tan moderno, abierto y libre era el mercado, que vivieron la primera burbuja especulativa a gran escala. No se trataba de oro, plata u otro commodity. Eran tulipanes. De un momento a otro, los bulbos comenzaron a subir su precio a una velocidad que permitía hacer ganancias en un día. En 1637, un bulbo de la especie "Virrey" se vendía en 4.200 florines, equivalente a 120 veces el sueldo mensual de un artesano experimentado, o a 31 toneladas de mantequilla (si lo compraba un sueco, cuya moneda de 10 dáleros pesaba 19,7 kg , se hubiese requerido de un barco para traer el efectivo). De acuerdo a Charles Mackay, el periodista escocés que popularizó este fenómeno en el siglo 19, un marinero despistado en busca de desayuno le hincó el diente a un bulbo de “Semper Augustus” pensando que era una cebolla, pero que valía el equivalente al suelo de la tripulación completa por un año, error que pagó en la cárcel . Para hacer la historia aún más peculiar, muchos de los más valiosos habían adquirido su valor por sus especiales coloraciones, y se les daban nombres rimbombantes, como “El Virrey” o “Admirael van der Eijck”, cuando en realidad eran especímenes enfermos, afectados por un virus que causaba tan particulares patrones en los pétalos . La burbuja reventó el 3 de febrero de 1637, en un bar de Haarlem, cuando una libra de la variedad switzer fue ofrecida en 1.250 florines y nadie la compró. El martillero bajó el precio, pero sin resultados. Lo bajó más, y aún más. El pánico estalló, y en tres meses los famosos tulipanes valían un centésimo de su valor. Cientos de miles de personas perdieron sus ahorros. En los cuatro años en que se prolongó la locura, el valor nominal transado de tulipanes fue cerca de 10 veces el valor de la mayor empresa del mundo de la época, la todopoderosa Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales . Cuando la guerra de independencia con España culminó en victoria en 1648 con la Paz de Westfalia y Países Bajos fue fundado con estatus de república, el gobierno fue asumido en esencia por la aristocracia de comerciantes. Un claro contraste con las monarquías que por entonces inundaban el continente. Inglaterra prepara el despegue Inglaterra no habrá detentado por aquel entonces el poderío de Francia o España –para empezar, tenía sólo una fracción de su población- pero iba camino a forjar la estirpe de instituciones que le permitirían dar el salto el siglo siguiente. La Compañía de la Indias Orientales fue fundada en 1600, y se le asignó el monopolio del comercio con Asia. Como no estaban aun las condiciones para arrebatar las Islas de las Especies a los minúsculos pero poderosos Países Bajos, concentró su accionar en India. Al mando estaba Carlos I, un absolutista como su colega francés y como su padre, Jacobo I de Inglaterra. Creía en la divinidad de sus derechos como rey, y entre 1629 y 1640 se negó a convocar al Parlamento, un periodo también conocido como la “Tiranía de los 11 años” ¿Quién necesitaba un hato de empolvados cuando su autoridad emanaba de Dios? Sólo se vio forzado a hacerlo cuando los escoceses invadieron. ¿El noble motivo de la invasión? El propio monarca inglés les había impuesto un nuevo libro de plegarias para sus servicios religiosos . En 1642, intentó arrestar a 5 parlamentarios y ahí ya se desató la guerra civil. El líder de los “cabezas redondas” –los opositores a los realistas, así llamados por lo corto de sus cabellos- era un parlamentario llamado Oliver Cromwell. Tras años de enfrentamientos, el rey acabó derrotado, y fue decapitado en 1649, utilizando dos camisetas para evitar cualquier tiriteo pudiese confundirse con miedo. La monarquía se disolvió, y Cromwell asumió el mando de la nación en 1653. Como puritano que era, algunos de sus comprometidos edictos no tardaron en ganarle la antipatía de la mayoría. Se prohibieron festividades tradicionales, incluyendo la Navidad, y esparcimientos populares como el teatro. Murió a la cabeza del gobierno 5 años después. No se había instalado una democracia, pero al menos el poder se distribuía entre las centenas de personas más ricas que formaban la Cámara, y despertó en la sociedad la conciencia de sus derechos y la posibilidad de oponerse a los caprichos de sus monarcas. El hijo del fallecido absolutista, había pasado la tempestad en la corte de Luis XIV, y en 1660 fue conminado a retornar al trono y restaurar la monarquía como Carlos II. El mensaje, sin embargo, había sido claramente transmitido: el Parlamento no estaba ahí para las fotografías de los turistas (más considerando que casi no había turismo, y menos fotografía). Los designios del rey contaban con un digno contrapeso. Uno de sus primeras medidas fue exhumar el cuerpo de Cromwell y decapitarlo en forma póstuma . En 1662 desposó a lo que se llama un buen partido: Catalina Enriqueta de Braganza de Portugal, cuya dote incluía las ciudades de Bombay y Tánger . Atila no estaba tan perdido después de todo cuando solicitó como dote la mitad del Imperio Romano (ver capítulo 3). Carlos II murió en 1685, y fue reemplazado por su hermano, el católico Jacobo II. Ante un amenazante número de nombramientos de católicos en puestos estratégicos, el Parlamento, de predominancia protestante, crispó más de una fibra. Para poner coto a este desborde de papismo, los legisladores pidieron la ayuda de Guillermo, Príncipe de Orange en Países Bajos, nada menos que sobrino y yerno de Carlos. Guillermo no tenía muchas opciones. El monarca inglés acababa de tener un hijo, en medio del rumor popular de que un bebé anónimo había sido ingresado de contrabando a los aposentos de la reina y que el montaje se había preparado para asegurar la sucesión católica en el trono. No podía permitirse que a su archirrival Luis XIV, quien ya ahogaba a Países Bajos de impuestos y restricciones, se sumara una Inglaterra católica y hostil. Tras desembarcar con su ejército, su suegro huyó a buscar asilo en Francia –la antítesis de un yerno ideal este señor de Orange- no sin antes arrojar el Gran Sello en el Támesis para provocar una crisis constitucional, pues el Parlamento no podía sesionar sin él. Pero los lores salieron del paso formando un gobierno provisional. El Parlamento elaboró una Declaración de Derechos que establecía con claridad que el gobernante requería de los legisladores para elevar impuestos o estructurar un ejército, que habría elecciones libres y frecuentes… y que el monarca no podía ser católico. Una sociedad abierta a la deliberación pública, en marcado contraste con aquellos absolutismos con sus ojos puestos en Roma. La “Revolución Gloriosa” había llegado a su fin, e Inglaterra acabó gobernada hasta 1702 por un neerlandés. Copiar el avanzado sistema bancario de Países Bajos y volver sus ojos hacia “las indias” era lo que faltaba para despegar. Este ascenso del poder inglés coincidió con la era dorada de la piratería en el Caribe, desde mediados del siglo 17 y hasta la década de 1720. No es que la idea de robar los preciados cargamentos de los barcos haya sido nueva, claro. Es un concepto tan antiguo como la navegación. En 1553, era un flagelo tan severo en China que la dinastía Ming contrató monjes shaolín para combatirlos con sus artes marciales, el Shaolin Kung Fu. En la Batalla de Wengjiagang, 120 monjes les pasaron por encima a los piratas, y persiguieron por 10 días a los sobrevivientes hasta matar al último de ellos . Pero con los imperios emergentes de Francia, España y Países Bajos trasladando montañas de dinero por los mares, el fenómeno alcanzó otra magnitud. El más célebre representante del rubro fue Edward Teach, más conocido como Barbanegra. Para aterrorizar a sus víctimas, Teach escondía bajo el ala de su sombrero mechas de combustión lenta que encendía justo antes de abordar, envolviendo de esa manera su rostro en un escalofriante manto de humo digno de los Locos Adams . La técnica del avestruz: Japón se cierra al mundo. Al despuntar el siglo 17, la cantidad de japoneses conversos al catolicismo, quizás medio millón, había comenzado a inquietar a las autoridades. La influencia de Portugal, España y el Vaticano se estaba volviendo un riesgo de inestabilidad para la tradicional sociedad isleña. Por otro lado, la dinastía gobernante de los Tokugawa codiciaba monopolizar el lucrativo comercio exterior, a objeto de impedir que otras fuerzas políticas alcanzaran la riqueza y el poder suficiente para desafiar su autoridad. Ambos factores se alinearon para generar uno de los enclaustramientos voluntarios más severos de la historia. En 1635, se les había prohibido a los japoneses dejar el país so pena de muerte, y quienes estaban afuera perdieron su derecho a regresar. A los extranjeros se les vetó el ingreso, y quienes ya residían fueron expulsados. El cristianismo fue prohibido, y fueron muchos los que optaron por perder su vida antes que renegar de su fe. En 1641, el comercio con Europa se había jibarizado a su mínima expresión, restringida al puerto de Nagaski. Todos los libros europeos estaban vedados. El tamaño de los barcos fue prohibido y la violación castigada con pena de muerte , de manera de permitir la pesca costera pero no la navegación transoceánica, y las naves aptas para el mar abierto fueron desmanteladas. Y para no dejar margen de dudas, se exigió incluir un agujero en el casco de manera que el oleaje de alta mar fuese una condena segura al naufragio . Japón le daría la espalda al mundo por los siguientes dos siglos. En la vecina China, los rebeldes Manchúes del noreste derrocaron al último emperador de la dinastía Ming en 1644. Con quizás 25 millones de muertos durante todo el conflicto, esta es la tercera guerra más letal de la historia, sólo superada por la Segunda Guerra Mundial y la carnicería de los mongoles. Adiós a los venerables jarrones, bienvenida dinastía Qing. Los conquistadores diferían de la gran China en cultura, idioma y escritura. Exigieron a quienes no fueran manchúes –es decir, a la inmensa mayoría de la población- afeitar sus cabezas y exhibir una cola en la nuca para simbolizar su sumisión . La desobediencia no se castigaba con suavidad: “Para mantener tu cabello, pierdes la cabeza; Para mantener tu cabeza, cortas tu cabello”. No primaba el interés por empatizar con la población que ahora gobernaban. Tampoco eran los adalides del comercio exterior. En 1661, el emperador prohibió vivir a menos de 17 millas de la costa entre Vietnam y Chekiang, obligando a moverse tierra adentro a quienes ya figuraban instalados ahí . El comercio marítimo estuvo prohibido en toda la costa hasta 1693. Hora de superar la Edad Media: La modernización de Rusia En 1682, Pedro I asumió el timón en Rusia. Tras algunos encontrones con el Imperio Otomano, hizo buenas migas con varios de los poderes europeos. En 1697, inició un extenso tour por el viejo continente, y volvió desbordante de ideas occidentales para modernizar la Rusia semi feudal de aquellos años. Se había convencido de que las nuevas tecnologías y el espíritu comercial de los vecinos del oeste era lo que les había permitido amasar su generosa tajada de poder y riqueza. En este orden de cosas, las anticuadas barbas no ayudaban, y en 1705 proclamó que era un accesorio inútil e incómodo, cobrando un impuesto a quienes se negaran a afeitársela . Con la misma firmeza, no tuvo problemas en que decenas miles de trabajadores murieran construyendo San Petesburgo, por su testaruda fijación de levantar una metrópolis monumental en la mitad de un gigantesco pantano. Es misma voluntad de hierro la volcó a sus asuntos personales. Torturó a su hijo por sospechas de complot, y permitió que muriera en prisión a causa de las lesiones. También hizo ejecutar al amante de su esposa Catalina, lo que no sería nada nuevo bajo el sol en el mundo de las intrigas palaciegas de no ser porque luego ordenó que su cabeza fuese puesta en una jarra en las habitaciones de la propia Catalina . El toque personal de Pedro. En 1700, tras forjar una alianza secreta con Dinamarca y Polonia, el zar se abalanzó sobre Suecia para obtener una salida al Mar Báltico. Lo que siguió fue la “Gran Guerra del Norte”, que mantuvo ocupados a ambos por 21 años, y que hizo a los rusos agradecer su vasta provisión de pieles siberianas. Cuando el enfrentamiento llegó a su fin, Rusia había conseguido su objetivo, Pedro adquirido el apelativo de “El Grande”, en lo que también ayudaba su 2,03m de estatura, y la capital se había movido de Moscú a San Petesburgo. Algunas décadas más adelante, Catalina La Grande (no confundir con la esposa de tan íntimas jarras ornamentales) coqueteó con la línea modernizadora de Pedro El Grande, pero tuvo tiempo de arrepentirse tras enterarse de que las cabezas reales estaban rodando en la poderosa Francia. Hijos de tigre : La dinastía Mogol en India Zahir-ud-Din pasó a la historia por su apodo: “Babur”, o “Tigre” en lengua nativa, apodo bien ganado para alguien que comenzó su carrera militar liderando a los 14 años la conquista de Samarcanda. A los 12 había heredado la corona, luego que el aviario del palacio, construido al borde de un acantilado, se viniera ladera abajo con su padre a bordo. Descendiente tanto de Tamerlán como de Genghis Khan (aunque esto último no es de lo más exclusivo, como ya hemos visto), fue el fundador de la dinastía islámica Mogol de India. Tras hacerse fuerte en Afganistán, conquistó el norte de India en 1526, armado de los novedosos mosquetes. Disfrutaba erigiendo pilares con las cabezas de sus enemigos, lo que, considerando su parentesco con Tamerlán, sugiere que la sensibilidad arquitectónica es hereditaria (ver Capítulo 5). Su nieto, Akbar, expandió el impero a punta de ataques masivos de elefantes y cañones, ganándose el apelativo de “El Grande”. De modo inusual para la época, no tenía problemas con la tolerancia y diversidad religiosa, y solía sentarse a escuchar debates entre clérigos de distintos bandos. Tras su medio siglo de gobierno, los mogoles regían los destinos de unas 100 millones de personas, dos veces y media toda la población de Europa. Akbar fue sucedido en 1605 por su hijo, el alcohólico Jahangir. Tan impaciente por gobernar era su retoño que se había sublevado militarmente 6 años antes, mientras su padre se encontraba entretenido en sus campañas, aunque en aquella oportunidad acabó derrotado. Pero de tal palo tal astilla, y su propio primogénito se rebeló también. Papito Jahangir castigó la travesura ejecutando a 2 mil miembros, pero como amor de padre es uno sólo, a su pequeño sólo lo cegó . Durante su gobierno, el imperio se expandió y vivió un periodo de gran estabilidad y crecimiento económico. La política de tolerancia continuó, y permitió a los jesuitas ganar conversos en tierra indias. Shah Jahan también se rebeló contra papá, pero su intentona fue del mismo modo aplastada. Asumió el cargo de todos modos a la muerte de Jahangir en 1627. Su periodo es considerado la era dorada del Imperio Mogol, y buena parte de los magníficos monumentos que llenan las postales indias son de su estampa. El ícono máximo se edificó tras la muerte de su amada esposa como consecuencia del nacimiento de su decimocuarto hijo. Devastado, comandó la construcción del esplendoroso Taj Mahal, impecablemente simétrico, con el sarcófago de su mujer al centro. Su hijo Aurangzeb estaba menos impresionados: cuando Shah Jahan enfermó, asumió el mando. Se recuperó, pero Aurangzeb lo declaró incompetente y lo encarceló hasta su muerte en el fuerte de Agra. Al menos podía contemplar el templo donde reposaban los restos mortales de su mujer desde su celda. Ajeno a la noción de familia feliz, mató también a su hermano como consecuencia de la sangrienta guerra de sucesión. De acuerdo a Jean-Baptiste Tavernier, un europeo que visitó Agra en 1665, Shah Jahan pensaba construir réplica del Taj Mahal en mármol negro para sus propios restos mortales. “Sí claro, como si el dinero lloviera del cielo” debe haber pensado Aurangzeb, y tan pronto murió enchufaron su sarcófago contiguo al de quien fuera su mujer, y al carajo la bendita simetría. Aún está ahí, única disonancia en ese océano de pulcro mármol blanco. Hizo crecer el imperio hasta cubrir casi la totalidad del subcontinente, y generó una administración eficiente, pero reculó respecto a las políticas de tolerancia religiosa de sus antecesores. Impuso prohibiciones islámicas de todo tipo, incluyendo al alcohol (business as usual), al baile (concebible) y a escribir la historia de la corte (¡!) . Durante los 27 años de campaña para la conquista del Decán, su campamento se transformó en una “capital móvil”: una metrópolis de tiendas de campaña de “30 millas de circunferencia, con unos 250 bazares, con medio millón de personas a la siga, 50 mil camellos y 30 mil elefantes” . El Decán fue conquistado, pero tras la muerte de Aurangzeb en 1707 el imperio inició un sostenido declive producto de las incontrolables revueltas. India no quedaba en buen pie para enfrentar al poder colonial que se les venía encima.