Cambios

Paso Balboa

67 724 bytes añadidos, 04:44 20 mar 2018
Anexo: Extracto cronica de Grossen
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==Anexo: Extracto cronica crónica de Grossen==
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| Por fuente: "Visión Histórica y colonización de la patagonia occidental", Augusto Grosse, paginas 143-155. "COYHAIQUE CAPITULO XI EXPEDICION AL RIO PALOMA, RIO ING. IBÁÑEZ Y LAGO GENERAL CARRERA por fin han terminado los meses de invierno con sus días dias cortos y noches interminables. Los pasé en parte en el Istmo de Ofqui, en Puyuhuapi con mis amigos y en Santiago, donde debía ocupar¬me debia ocupar- me de nuestra próxima expedición y la compra de todo lo 10 necesario para ella.Ahora estamos en condiciones de poder ini¬ciar ini- ciar esta nueva empresa. La primavera ha llega¬do llega- do y ya nada me retiene en las ciudades. Hay tantísimo que hacer en la Provincia de Aisén y quiero aprovechar al máximo el período de tiempo favorable.El 20 de noviembre 1942 tenemos todo prepa-rado y estoy en condiciones de partir con mis hombres. El ingeniero provincial, un joven de ascendencia suizo-alemanaalcmana, llamado Oscar Spi-chiger, me ofrece un camión para trasladarnos a Coihaique.Torrealba, yo y otros acompañantes nos subi-mos al vehículo. Uno de los hombres es Vicente Delgado y lo traje del norte; uno de sus ex-patro-ex•patro• nes me lo recomendó mucho. Mi buen compa-ñero Pedro Óíaz Díaz es el segundo; lo conozco bien, es capaz y confiable. El tercero es Aguilar, que me acompañó hace años en otra expedición y a quien recuerdo como persona muy decente. El último es Martínez, un pequeño chilote regorde¬teregorde- te, de quien Torrealba se ha hecho cargo.El camino que conduce a Coihaique está aho¬ra aho- ra en estado impecable. Puede ser que ésto se de¬ba a la de- baala influencia del nuevo ingeniero provincialrovincial. A la 1 I P.M. ya estamos en la ciudad. En n la tarde compramos las provisiones que faltaban, conse-guimos los caballos y una carreta de bueyes para transportar nuestros bultos hasta el Lago Elizal¬deElizal- de.A caballo a través del Valle SiMpsonSiripson.Partimos con un sol esplendoroso a las 9 A.M.; es decir, los hombres se van con la carreta. Una hora más tarde iniciamos nosotros la cabal-gata. Me acompañan Torrealba y un funcionario de la Oficina de Colonización que regresará a Coihaique con los caballos y la carreta facilitada.Es una delicia cabalgar por el hermoso paisaje Patagónico patagónico con tiempo tan bueno. Poco después de iniciado el recorrido, alcanzamos a nuestra gente con la carreta. Los bueyes están pastando mientras los hombres duermen la acostumbrada siesta junto al fuego. Como nos hemos propues¬to propues- to llegar hoy día hasta el cruce del Río Simpson, podemos concedernos una pausa más larga. Hasta disponemos de tiempo suficiente para asar al palo un corderito comprado a un pastor en el camino.Mientras se prepara esta deliciosa merienda, voy a sacar algunas fotografíasfotografias. Me interesan es-pecialmente las flores del ciruelillo (Emboth¬rium Emboth- rium coccineum Forst) que se encuentran en plena floración. Despliegan toda su belleza con una abundancia increíble. Parecen llamas rojas flameantes y trato humildemente de retener al¬go al- go de su hermosura en las fotografías fotografias a color que tomo.Hacia las tres de la tarde la caravana se pone de nuevo en movimiento. El sol sigue queman-do y avanzamos lentamente. , Desde el occidente aparecen algunas nubecillas que van cubriendo el cielo y anuncian viento. A las 6 P.M. llegamos a la orilla del Río Rio Simpson. El derretimiento de la nieve ha hecho aumentar mucho su caudal, por lo 10 que decidimos esperar hasta mañana tem-prano, con la esperanza de que entonces traiga menos agua.Nuestro primer campamento se organiza así a este lado del río y dormimos muy bien de nuevo en plena naturaleza, aún cuando el viento anun¬ciado anun- ciado no se hace esperar mucho, proviene del norte y sopla con fuerza toda la noche. Tal vez nuestra esperanza de que el río esté menos cau-daloso en la mañana, no se cumplirá porque el viento nocturno noctumo es cálido y no ha interrumpido seguramente Seguramente el proceso de derretimiento de la nieve.Nuevamente con Valdés.El fuerte viento norte y el cielo nublado preva-lecen al amanecer, Y en vez de bajar su nivel, el río lo ha aumentado aún más, quizás cuánto ten¬dríamos ten- dríamos que continuar esperando. En este perío¬do perío- do de deshielo no se puede saber exactamente cómo se comportan los ríos; será preferible in¬tentar in- tentar el cruce ahora.Toda la carga se coloca adecuadamente en la carreta, sobre cuyo piso hemos extendido dos lo¬naslo- nas; después doblamos los bultos, doblando las lonas hacia arriba y amarrándolas bien. Así que¬dan que- dan las cosas como en una bolsa cerrada.Estamos a punto de terminar esta maniobra cuando aparece un jinete que se presenta como Martínez, un colono del valle Paloma. Supo de nuestra expedición y como pasamos cerca:dé su 143   terreno. nos siguió para ofrecer su ayuda. El co- guia. No. dice la por se eruta el novmalmente y que nosotros iba• a tomar, es demasiado profunda una carn•ta_ Nos otro lugar un roco más lejos. cl divide en hacia allá indica pasar. Sin logramos la Otra orilla. mediodia estamos en la propiedad del viejo Valdes junto al [ ago Elizal- de. la estado arreando ganado y viene nueS• tro encuentro Representa al patagom• un verdadero en su reino. Nos sa• luda cordialmente sc alegra pot las fotografias que Ic entieso. tomadas en mi visita anterior Al ha superado cieno prejuicio que tenia a mi cn un comicnto, Crcia que todos rubios ingleses y éstos. a su VCt, agentes dc argentinas. Como éstos 10 hablan hostili.'ado tiempo atrás. seguramente que yo tanto. Ahora nos cuenta al instalarse en lados. no sc tomaba muy en serio el de los limites fronteri- 'Os Vn mas de una ocasión ocurrió que IOS duc• de grandes estancias argentinas. muchos de los cuales eran ingleses. llegaban a territorio chi- Icno sin cuenta dc ello molestaban a IOS colonos que se habian radicado en IOS bosques. Valdcs dicc que durante los primeros años tu• vo que defender permanentemente. rinc cn ma- no. su propiedad, Muchos de esos estancieros alegaban que sus terrenos cn la zona limitrofc cantaban ntucho al oeste de lo que en reali- dad 10 hacian. Ahora Iodo eso ha cambiado, Sal- so unas pocas la linea limitrofe es- ti claramente y a los colonos se les reco- la propiedad de sus tierras. una Vez que se hicieron las tncdiciones correspondientes. Instalamos las carpas junto al lago y espera- mos cl momento para iniciar su trave- sia. El tiempo está esplendoroso de nuevo. El sol pero un fuerte viento suroeste levanta olas tan altas quc seria arnesgado partir en bote. En todo caso. las embarcaciones necesarias. una más grande para la carga y Otra más pequeña pa• ra los pasajeros. se encuentran listas en la orilla. El colono Martina nos acompañará dias Guaquil. en cambio. desgraciadamente no M}-drá hacerlo. Su campo está en cl Valle Paloma. pero él vive aqui Á.nto al lago. En todo caso. nos promyr• ciona algunos dalos interesantes. por ejemplo. di• cc que a largo dc la orilla del Paloma hay un sendero transitable para caballos que sc remonta un largo trecho valle hacia el interior. Durante varios dias continúa brillando el * 'l, pero cl fuerte viento y las olas nos nuntienen en la orilla oriental del lago; parece paradojal no po- dersc alegrar por el buen tiempo. pero en estas circunstancias Obliga a permanecer inacti- vos aqui. Pot lo menos. aprovechamos de escalar un cerro para poder apreciar el paisaje desde arri- tú. La cima dc unos mts. de altura nos pro- porciona una visión magnifica. Ilacia el norte se extiende el fértil valle Simp- en el we vemos roces en diferentes 144 partes. En los últimos días, la acción del viento y del sol han a secar «Hnpletamente la superficie ganada por los roces. En este senti. do. los colonos dc esta zona de los parques no tienen que batallar tanto como los que se han ra. dicado en la tona costera. donde la selva siempre verde casi nunca sc seca debido a las lluvias per. manentcs. Valdés nos cuenta de que él también inició un roce pero que cl fuerte viento imperante hizo cundir el fuego más de lo previsto, destruyendo alredcdor de un kilómetro de sus cercos. Dcsdc estas alturas el lago parece estar tran- quilo. Apenas sc perciben las olas, aunque en realidad está muy agitado de costa a costa- En to- das partes las escarpadas y peladas paredes des- ciendcn easi verticalmente hasta el lago. lla desa- parecido cl magnifico bosque de hayas que solía cubrirlas. pero aún con susuperficie destruida, el bosque trata dc vengarse de la acción del horn- brc_ Suele suceder que los altos troncos carboni- lados que aún se manticnen en pie en las lade- ras, se convierten en temibles enemigos de hom- bres y animales cuando caen derribados por uru fuerte tormenta, Al atardecer salgo a dar una vuelta para tomar algunas fotografias. No llevo la escopeta porque todavía tenemos bastante carne de cordero. Tro- piezo con gansos silvestres y sus polluelos que me alegran con su inocente actividad. De pron. lo. una hembra sc percata de mi presencia. Lia. ma perentoriamente a sus crias y los cubre ato- dos con sus alas, Más allá, el pelaje café rojizo de un pato real brilla por entre los matorrales. sin que el ave sospeche que lo estoy observando. En reali- dad, no tiene nada que temer. pues en la primavera no se debe cazar. ni siquiera en lugares donde nas existen disposiciones quc lo prohíben. El viento cambia un poco hacia el oeste y trae algo de lluvia. El lago se ha tranquilizado y eso decide nuestra partida. Salimos hacia las 9 de la mañana, pero ya después de bogar algunos kiló- metros debemos buscar un refugio. El oleaje se ha intensificado de nuevo tanto, que ni siquera Cuatro remadores pueden dominarlo. Espera. mos un rato que el lago se apacigue y volvemos a partir. Vamos zigzagueando para tratar de evadir el golpe de las olas. Asi y todo, pronto nos damos cuenta de que debemos desistir. Acampamos entonces en la orilla norte del lago, junto a la de- sembocadura de un pequeño rio que desagua el vecino lago Atravesado. Durante todo el dia siguiente azota un fuerte viento acompañado de chubascos, que nos Obli• gan a permanecer en el campamento. Recién al cabo de otras 24 horas podemos abandonado. Apenas logramos cruzar el lago, pero por fin. ha• cia el mcdiodia del 27 de noviembre, llegamosa la orilla opuesta. Esta vez instalamos el campamento diez me. tros más arriba del lago, en el bosque. Desde aqui proseguiremos a pie hasta el rio paloma, donde trataremos de conseguir algunos caballos de carga. Todavía tenemos provisiones en abundancia. Nos deleitamos con la carne pues contamos con   un cordero muerto y otro vivo; además, uno de los colonos nos regaló un pato gordo que nos acompaña y sc convertirá en una buena sopa a su debido tiempo. Habíamos pensado que un paseo a la desembocadura del lago nos proporcionaría unas cuantas truchas, pero la lluvia nos impide salir; sólo alcanzamos a recoger un par de tallos frescos de nalca, de agradable sabor ácido. Para mañana, haremos a pie el primer transporte de la carga. por fin en el 'alle Paloma. La leve lluvia del dia siguiente no nos impide cumplir con nuestro plan. A las 8 de la mañana iniciamos la marcha; cada uno lleva un pesado bulto. Debemos atravesar un terreno bastante irregular. Vamos en dirección suroeste hasta lle- gar al rio Paloma tras una esforzada marcha. Ahi nos encontramos en el preciso lugar en que el Valle Ballo se extiende a partir del rio en direc- ción suroeste. El rio que fluye de ese valle lleva agua glaciar turbia y proviene de gran altura. En parte, recibe el deshielo del Cerro Mogotes. Después de otra caminata de cuatro horas, lle- gamos a la choza de Guaquil, ubicada en la su- perficie plana, cubierta de pasto. Calculo que nos encontramos aproximadamente a 6 kms. del interior del Valle Paloma. Guaquil no está, pero aparece un colono lla- mado Millado. Nos dice que estaba a punto de cruzar el rio paloma cuando nos vió venir, No comprendo muy bien lo que está haciendo en te- rreno ajeno. Luego nos cuenta que está buscan. do tierras colonizables y que tiene la intención dc inspeccionar un valle que parte del Lago Caro hacia el sur. para poder llegar hasta allá, preten- de abrir una senda a través del Valle Ballo, cuyo largo es de 15 kms- y suancho de l. iOjalá que le resulte! yo mismo vi ese valle desde la cima del Cumbre Blanca y sé que no será fácil abordarlo por ese lado. En todo caso tendrá que subir pri- mero a bastante altura. Seguramente seria me- nos problemático aproximadamente desde el la- do del lago Caro, a pesar de que también está a una altura considerable y las tierras ahi solamen- te servirían para pastoreo de verano. El rio que surge de ese valle desemboca en el Lago Caro en forma de una catarata alta. Millado tendrá que arreglárselas con sus pro- blemas, como nosotros lo tendremos que hacer con los nuestros. Es cierto que a personas como Millado se deba que territorios fertiles pero ais- lados se hayan ido incorporando al proceso pro- ductivo nacional. Aunque tengan algo de aven- turero en sus venas, no se puede negar que hom- bres como él contribuyen con sus desvelos al bienestar de la comunidad. Dificil traslado de las provisiones. Ahora debemos preocuparnos de trasladar el resto de la carga que dejamos en el campamento anterior. Como hay un sendero para caballos, preguntamos a Millado si nos cedería algunos animales por un par de días, El no parece tener mayor apuro; además, es un hombre solo que puede dislx.ner de su tiempo como mejor le pa- rezca. Dice que no tiene inconvenientes en pro- porcionarnos lo solicitado. Nos apresuramos en comer el asado al palo recién preparado, y parti- mos con cuatro caballos. Un chispeante viento del oeste en el lugar donde dejamos anclados los botes me induce a ordenar a Díaz y Martinez que vayan a devolver el bote más grande a Bahamondes; tendrán que llevar el más chico también, ya que ellos deben regresar. Después dejaremos esa embarcación aquí, como medida de seguridad en caso de que nuestra misión fracase. El colono Martínez nos ha acompañado hasta ahora y aprovecha esa oportunidad para regresar a su casa. Muy temprano a la mañana siguiente comien- za la actividad en el campamento. Casi podría decirse que estamos en una finca. Nos es fami- liar y evoca recuerdos el bahido de la yegua que está pastando con los demás animales en la cer- cania; el balar del cordero también se oye en ror• ma casi ininterrumpida; chucaos y gallaretas que buscan asiduamente su alimento escarbando con las patas, me hacen pensar en gallinas. Disponemos de cuatro caballos para el trans- porte. Nos cuesta un poco cargarlos; hacen falta cuerdas y correas para amarrar los diferentes bultos sobre el lomo de cada animal. Sin embar- gO, salimos del apuro. Un cuero de caballo que habíamos traído para hacer mocasines para nuestra gente, se transforma ahora en un lazo que nos soluciona el problema. Partimos a las 9 AM. con los caballos. Como dos de nuestros hombres no participan en la ex. cursión, Torrealba y yo nos hacemos cargo de un caballo cada uno. El camino que ayer parecía al- go transitable, hoy nos decepciona mucho. El te- rreno es muy disparejo y hay que subir o bajar ce- rros constantemente; a menudo, los animales quedan atascados en la ciénaga. Entonces hay que descargarlos y tirar de las bridas para obli- garlo a salir adelante. Apenas hemos avanzado un poco en el transcurso de una hora cuando uno de los animales sufre un percance. Al subir una ladera, tropieza contra la raíz de un árbol, se cae y estira las patas, sepultando la carga bajo él. Aparentemente está acostumbra- do a estos intermezzos, pues se queda tranquilo hasta que lo liberamos de la carga; entonces se incorpora, quebrando ramas y matorrales; pero ahi esta, otra vez de pie. Le volvemos a acomo- dar el bulto sobre el lomo y continuamos. Pasa una hora tras otra y apenas hemos avan- zado. Ya nos estamos acostumbrando ala eterna caída de los caballos, su descarga y carga. En una subida especialmente dificil de unos 80 metros, con una pendiente de 20 grados, trato de captar algunas escenas de este angustioso proceso de traslado. Torrealba se hace cargo de mi caballo para que yo pueda manejar mejor la cámara fil- madora. Aguilar va adelante y Díaz al final de la caravana, conduciendo el animal que transporta las carpas y sacos de dormir. Aproximadamente a la mitad de la subida, ese caballo tropieza, se da vuelta y queda inmóvil, apoyado contra unos matorrales. Aguilar ha ob- servado el accidente desde más arriba y se apre- 145   sura a venir en ayuda. En esto, el caballo se mue- ve un poco, los matorrales ceden y va rodando ladera abajo, arrastrandoa Aguilar. Porsuerte el animal queda atrapado entre dos troncos, pero Aguilar aterriza a unos metros entre los matorra- les; menos mal. ileso. Tendremos que esperar para ver qué es lo que logré captar en la pelicula de todo este proceso. Sólo sé que dc puro susto, me olvidé momentáneamente de la filmadora. Ahora hay que preocuparse del caballo. Con ayuda de un lazo y un hacha podemos hacer que el animal se incorpore. Por suerte no se quebró ninguna pata, como yo ya lo temía. Después de innumerables repeticiones de es- te tipo de accidentes llegamos por último a la choza de Guaquil, meta que nos habíamos pro- puesto para hoy. Estamos cansados y adoloridos, lo mismo que los caballos. En cuanto los descar- gamos. se revuelcan en el pasto blando y fresco, trotan un trecho como para despavilarse y luego se ponen a pastar. En cl campamento NO I hay 180 kgs. de carga, pero no lo iremos a buscar hasta pasado mañana; tanto los animales como nosotros necesitamos de un día de descanso. Millado nos esperaba en la choza; nos cuenta que encontró un animal muerto en un hoyo jun- toal rio. Nos pide que le ayudemosa sacarlopor- que cree que se podría aprovechar su cuero y, a lo mejor, parte de su carne. No podemos menos que acceder, más cuando fue él quien nos facili- tó los caballos. por eso, y a pesar de haber decretado feriado y nos duelen todos los músculos, debemos levan. tamos temprano. Hay un par de vacas curiosas que olfatean nuestras carpas en forma peligrosa; podría ocurrírseles querer averiguar lo que se encuentra en su interior. Para ello bastaría que incrustaran sus cachos en la lona y entonces ten- driamos la desgracia de tenerlas carpas dañadas. Eso no debe ocurrir. Asi es que salimos corrien- do a espantarlas, al mismo tiempo que ya acude para lo mismo el perro de Millado. Ingerimos un desayuno frugal y vamosa ver al animal muerto, que se encuentra a un kilómetro de distancia de la choza. Se trata de un novillo gordo de dos años. Es una pérdida considerable para el colono, si se toma en cuenta lo que cuesta traer el ganado hasta estos parajes. Primero saca- mos a pala la tierra que rodea el cuerpo por am- bos lados; luego organizamos una palanca y con el lazo logramos sacar el cadáver. Un desagrada- ble olor indica que el animal debe haber muerto hace unos cuantos días; la cabeza ya ha sido co- mida por pájaros y otros animalitos. Millano cree que podrá aprovechar algunos trozos de la Carne, transformándola en charqui. Le doy mi bendición. Mientras los hombres descueran al animal, con Torrealba tratamos de formarnos una idea de este valle. Parados en un banco de arena del rio, podemos ver un buen trecho alrededor. El valle sigue el mismo curso central del Rio Blan- co, por lo menos desde la desembocadura del Rio paloma hasta unos 10 kms. más arriba. El pa- so que conduce desde la desembocadura del Pa- 146 loma hacia el valle del Rio Blanco se ve clara- mente en dirección norte. La base rio Paloma parece ofrecer las condiciones más adecuadas para la construcción de una carretera futura. Si continuamos así, podremos damos por satisfe- chos Temprano a la mañam siguiente y bien des. cansados vamos una vez más al campamento NO I a buscar el resto de la carga. Torrealba parte con los hombres a caballo; yo los sigo a pie, pro. visto de hacha y cámara fotográfica. Quiero sa- car algunas fotos y arreglar las partes del camino que están en muy mal estado. A las I I A.M. veo que la caravana ya viene de regreso; Diaz y Martínez los acompañan. A pe- sar del mal tiempo. se arriesgaron anoche a par. tir en el tx»te más chico. Me alegro de que este- mos todos reunidos de nuevo y podamos prose- guir juntos ahora. En el campamento NO 2, es decir, la choza de Guaquil, encontramos a un hombre llamado Vi- llarroel que llegó durante nuestra ausencia. Dice que se quiere radicar en el Valle Balto. Justo cuando voy a preguntar de dónde viene en forma tan inesperada, nos cuenta que ha venido cami- nando desde el Lago Elizalde por el valle Boca de León hasta el Paloma, con un matrimonio Medina. Estos viven a unos 10 kms_ más arriba en un terreno del valle; alli se instalaron hace al- gunos años. Dice que Medina nos espera. pues ya todo el mundo ha oido acerca de esta expedi- ción y que estamos buscando la mejor ubicación para una posible via carretera entre el Lago Ge• neral Carrera y Puerto Aisén. Una ruta de este ti. po es muy importante para los pobladores de Va- lle Paloma y por eso cada cual desea aportar algo a esta tarea, en la medida de sus posibilidades. Por eso, Villarroel ha venido a ofrecer su ayuda. Mañana podría señalarnos el lugar más adecua- do para cruzar el rio Paloma y, al otro lado, una senda para caballos que conduce hacia el sur. El tiempo nos es propicio desde hace varios días y debemos aprovechar esta circunstancia fa- vorable. pero desgraciadamente, perdemos mu. cho tiempo en la mañana buscando los caballos que vadearon el rio durante la noche, sin que nos percatáramos de ello. A las 8 AM. estamos por fin en condiciones de partir. Villarroel nos cede amablemente su ala- zán para cruzar el rio. Los otros cuatro caballos transportan la carga. Aguilar demuestra su gran habilidad para guiar a los animales; sentado en el alazán va a la cabeza y hace que los caballos cargados lo sigan. Presenta una linda imágen- Su aspecto de indio se diferencia del tipico indio re- gional y recuerda más bien al indio pielrroja de los Estados Unidos. Sus rasgos faciales con nariz aguileña contribuyen a esta semejanza. Nosotros llegamos a pie y sin tropiezos a la Otra orilla, en donde atravesamos el campo que pertenece al colono Alegría. El no está en su Choza porque ha ido a buscar a su familia radica- da hasta ahora en Puerto Ibañez, a orillas del La- go General Carrera. Posee ganado con un buen corral y una huerta con abundantes verduras.   Asi, todo parece estar bien preparado para la lle- galla de la familia. Nos sentamos a disfrutar un asado al palo y re. confortados proseguimos luego la marcha a tra- vés del valle. Cabalgando su alazán. Villarroel lleva ahora la delantera. Durante horas nos guia en medio de un bosque quemado. A ambos la- dos del valle y entre los troncos quemados y blanqueados por el efecto de la lluvia y cl sol. di- visamos la nevada cordillera. En todas partes el suelo del bosque está tapizado por los altos ma- torrales de la zarzaparrilla silvestre (ribes maga- llanicum Poir) que proviene de estas latitudes. Una cantidad increible de sus frutas cuelgan de las ramas, pero están demasiado verdes por deleitar- nos ahora; tal vez podamos hacerlo más adelante. Ascenso con dificultades del cerro Cóndores. Instalamos el nuevo campamento al pic de un cerro bastante alto. Si el buen tiempo perdura, trataremos de escalarlo mañana porque así ob- tendriamos una buena visión de la región circun- dante. Pronto nos retiramos a dormir para estar listos temprano a la mañana siguente. Al despertar comprobamos con satisfacción que brilla el sol. Encargamos a Díaz y Villarroel que vayan a inspeccionar la senda que conduce a la choza del colono Medina. Los otros tres debe- rán regresar para traer los bultos que dejarnos atrás. Torrealba me acompañará cerro arriba. parti- mos después del desayuno; llevamos instrumen- tos, cámara fotográfica y una barrita de chocola- Después de caminar unos 100 mts. por terreno plano pero cubierto de zarzaparrilla, comienza el ascenso. Subimos los primeros 200 mts. por un deslizamiento del cerro, aparentemente re- ciente. a juzgar por la falta de vegetación en su superficie. Luego comienza una expansión bos- cosa. pero que sólo conserva troncos quemados, desoladores; la subida aún no es muy dificil por aquí. El fuego debe haberse propalado con gran fuerza; hasta donde la vista alcanza, no se ven más que palos quemados. Sólo junto al limite de la nieve, más arriba, hay una angosta franja de verdes árboles. Se puede reconocer que el fuego debe haber llegado hasta el limite de los bam• bués secos. Las llamas no alcanzaron a dañar el verde bosque, sin ramas bajas. Bajo los troncos muertos de la ladera, tal co- mo a lo largo del valle, se ha originado un mundo vegetal nuevo. Además de la zarzaparrilla que prospera en todas partes, hay cardos, ortigas, apio silvestre, michai, calafates e incontables florecillas. Hasta descubro una orquídea entre ellas. El sol nos acon con sus fuertes rayos que pe- netran hasta el suelo por entre los troncos sin ho- jasa Constantemente nos atacan zancudos y tá- banos; ansiamos llegar pronto a la franja verde del bosque. Dos horas más de marcha y por fin nos acoge la tupida selva cn cuya sombra nos co- bijamos; descansamos un momento junto a un arroyo. Sólo que los tábanos nos siguen persi- guiendo, parece no importarles la altura. Continuamos el ascenso bastante empinado; termina la tupida selva y en su lugar tenemos ahora palos y arbustos que nos llegan hasta la ro- dilla. Ya vislumbramos la cima y vamos pisando las primeras manchas de nieve que se derretirán muy pronto con la llegada de la primavera. Las superficies verdes en torno a estas manchas de nieve van en aumento y no tardarán en desapare- cer por a»mpleto_ De pronto pasan dos enormes sombras por so- bre la superficie del terreno; y al alzar la vista ha- cia el cielo azul, vemos que se trata de dos cón- dores que giran sobre nuestras cabezas. De modo que ya nos encontramos en medio del rei- no de estas gigantescas aves, monarcas de la cor- dillera. Nos siguen hasta la cima y no nos cansa. mos de admirar su majestuoso vuelo. La camina. ta a través del interminable terreno pedregoso es agotadora y nuestras fuerzas decaen. Pero la vo• luntad de llegar a la cima nos hace redoblar los esfuerzos, todavía nos separan de ella unos cuantos tramos nevados y una empinada pared rocosa. Otras dos horas más y logramos llegar arriba a las 2 PM. El viento que sopla ahí casi nos desgarra la ropa; ha auyentado a tábanos y zan- cudos, pero también al calor. Ahora nos senti- mos mucho mejor. Estamos a casi mts. sobre el nivel del mar y la visión que se nos ofrece por todas partes de la provincia de Aisén. seguramente no la ha tenido nadie hasta ahora. Una nevada cumbre si- gue a la otra; hacia el noreste alcanzamos a ver hasta Coyhaique y Mano Negra. En dirección norte y noroeste se ven el lago Caro y el Valle del Rio Blanco, como también el pan de Azúcar y los conocidos glaciares colgantes. Claramente se pueden distinguir el paso que a partir del desag- úe del Lago Elizalde conduce hacia el valle del Rio Blanco. Desde el sur hacia el occidente se extiende una cadena de puntiagudas cumbres; son los cerros que circundan el Lago Paloma, del que surgen el río homónimo. El descubrimiento más interesante que hace- mos es un valle que sc extiende hacia el Sur, al parecer hasta el Valle Ibáñez. tal vez podamos llegar ahi para seguirlo a lo largo hasta la meta que nos hemos propuesto. Muy lejos en direc- ción sureste, alcanzamos a ver una columna de humo; aparentemente se trata de un incendio fo- restal cerca del curso inferior del Rio Ibáñez. La cima donde nos encontramos se prolonga hacia el oeste en forma de una cresta que termi- na en otra cima aún más alta que ésta. El hielo acumulado de un hermosísimo glaciar colgante, que queda al noroeste y es alimentado por un ex- tenso ventisquero detrás de él. envia su hermoso fulgor hasta donde nos encontramos. Una vez que hemos terminado con las tomas fotográficas y anotaciones geográficas de rigor. empezamos el descenso hacia nuestro campa- mento. Dejamos atrás la sinfonia blanca y azul, y las grises laderas pedregosas nos acogen de nue• vo. Ahora podemos dominar el Valle Paloma en toda su extensión; se proyecta a unos 15 Kms. de distancia hacia abajo. El rio Paloma serpentea por él como una culebra gigante. 147  Recién ahora nos damos cuenta de que estamos hambrientos y sedientos. En estas alturas toda. vía no hay agua y con la garganta tan seca no po- demos tragar cl Chocolate Cuando encontramos el primer arroyo nos precipitamos a beber dc su buen rato y luego continuamos la caminata; dos Nuestros hombres han cumplido sus tareas tal como se habia planeado. Todas las cosas están listas y Díaz terminó la senda hacia el asenta- miento de Medina. Lo único que falló fue el ca- ballo que iba a comprarle a Villarroel. l)ice que el animal se cayó tres veces, entonces optó por abandonarlo. Medina le facilitó unode sus caba- llos y nos cuenta que éste ha ofrecido apoyo con toda su tropilla, es decir, el conjunto de animales que posee. Asi habriamos solucionado en forma definitiva el problema de los caballos de carga. Antes dc partir dc madrugada. aprovecho cl buen tiempo para sacar algunas fotos dc nuestro campamento y el cerro que escalamos y que bau• tizamos *Cerro de los Cóndores- cn homenaje a los pájaros que pudimos admirar desde su cima. Colonos y Pioneros Solitarios. La marcha prosigue sin tropiezos. A medioca- mino hacia el asentamiento más cercano. sale a nuestro encuentro el colono Medina con algu- nos caballos. Asi podemos ira recuperar los bul- tos que habíamos dejado atrás. A la I P.M. llegamos con loda la carga a la casa de Medina, donde nos espera un reconfortante mate y un delicioso asado dc cordero al palo. Medina vive solo con su mujer; todavía no tie- nen hijos. Poseen una sencilla casa hecha de troncos y con un techo de tejuelas, que cumple perfectamente su cometido. La asendosa mujer ha logrado crear cierta atmósfera de confort en su interior. También cuentan ya con una peque. ña huerta y un par de vacas, así es que no les fal- tan las verduras, la leche y la mantequillx Medina está dispuesto a acompañamos maña. na con sus caballos hasta el próximo asenta• miento, que le pertenece a un señor Muñoz; des. de ahi trataremos de ubicar al colono Balboa, del cual hemos oido muchas cosas. El es el único que podria informarnos acerca de la región que nos interesa especialmente. Dicen que tiempo atrás llevó un piño de animales de Valle Ibáñez hasta el lago Paloma; si asi fuera, tendría que co- nocer bastante bien la región que deseamos ex- plorar. Torrealba aprovecha el crepúsculo para ir a pescar y regresa con media docena de hermo- Sas truchas, que nos proporcionan una variedad en el menú con tanta came de cordero. El tiem- po está tan hermoso y agradable, que prescindi- mos de las carpas por esta noche. Es delicioso dormir al aire libre. A las 8 AM. los caballos ya están cargados; seis animales nos bastarán por hoy. Dejamos parte de las provisiones en casa de Medina, co- mo pago por toda su cooperación. Avanzamos dos Kms. por terreno plano a. 10 largo del río, pero inicia luego una serie de cur- vas, casi en ángulo recto y para acortarlas, prose- 148 guimos en linea pasando por. una primero tenemos que subir en forma muy empi- nada y luqo bajamos abruptamente. Según cri- terio patagonico. la senda en si no esta tan mala; nuestra gente la califica como fabulosa. Pero los animales no comparten esta opinión. Justo cl frente de la curva que hace cl rio. de. semboca cl Valle Boca de León en cl rio Paloma. una ruta caminera a través del Valle Boca de León hacia Coyhaique. Desde un punto de vista técnico la construcción dc esta ruta prestaría mayores problemas. I lacia la una dc la tarde estamos cera de nuestra meta. En medio de una fresca pradera y entre enormes troncos carbonizados vemos una solitaria choza, a la cual nos dirigimos. A partir dc aqui deberemos continuar a pie, pues Medina tiene que regresar con sus caballos. En esto aparcccn dos jinetes provenientes del sur; traen consigo un caballo desocupado. Medi- ru di'X quc cl mayor dc los jinetes es cl hombre al que esperábamos ubicar en alguna parte. iQuc suertc encontrarlo aquí! En estos ais- lados parajes suele suceder que uno no en- cuentre con nadie, durante meses y años. Balboa impresiona como un hombre serio de urws SO años. Su cara, es simpática y toda su per. sona revela energia y fuerza de voluntad. Escier. to que las privaciones y esfuerzos tun traz.aú:» profundos surcos en su curtida piel. Lc contamos cuál es nuestra misión y le pre. guntamos si nos M)drá ayudar con algunos datos importantes. Nos cuenta que en sus recorridos anteriores entre los valles Paloma e Ibáñez, siempre evitaba internarse por la selva y que pre- feria más bien las altas cumbres, más allá del límite de la vegetación, lo que naturalmente sólo podía hacer en épocas sin nieve. El paso más apropiado él lo había localizado desde una cima más alta, aunque nunca habia transitado aún por él. Cree que queda a unos 800 mts. de altura. "Ustedes deberían seguir ese rio", dice, indi- cando hacia el sur. "para llegar al divorcio de las aguas. Si quieren, mi compañero y yo podemos seguir con Uds. unos cuantos kilómetros y pres- tarlcs nuestros caballos-. precisamente es ese el valle que más me interesa; aceptamos gustosos el ofrecimiento de Balboa, más cuando Medina debe emprender el regreso con sus animales. Una vez más nos llama aquí la atención la po- ca confiabilidad de los mapas existentes. El Rio Paloma, por ejemplo; aparece en una dirección que corresponde a la real. Los anuentes no fi- guran en muchos casos y los cerros marcados no tienen nombre. En el lugar del mapa, donde gún Balboa el rio proveniente del Sur afluye co- mo anuente en el Paloma. sólo se ve una mancha blanca. El cielo está nublado al día Siguiente y parece que quisiera llover. Balboa y su companêrO González partieron anoche y regresan ahora en la mañana con más caballos. Nos llevarán hasta la choza del colono González. Empacamos todo rápidamente y partimos. González permanecerá  aqui hasta mañana, para controlar el ganado y las ovejas de Balboa, por estos lados. Se reunirá con nosotros mañana y nos llevará un cordero, ya que a partir dc hoy se nos terminó la carne. Pero hay otras cosas para comer, sin embargo, Balboa insiste en proporcionarnos un asado al palo. Coa mo no deseamos ofenderlo. terminamos por aceptar su ofrecimiento. Entramos ahora a un valle que conduce hacia el oeste, pero le doy a entender a Balboa que queremos ir al sur. El me explica que a pesar del rodeo que haremos por una colina, llegaremos más rápido al valle del sur que en forma directa. Como causa de este hecho ilógico dice que la senda de caballos se encuentra en pésimas con- diciones en el valle del rio. Pero no habrían pro- blemas de terreno para la construcción de una futura carretera por ahí. Penetramos al valle unos 8 Kms. al que le asignamos el nombre de "Engañoso . Tiene un ancho aproximado de 8(N) mts. y un pequeño anuente glaciar serpentea por la pradera ascen- dente. La selva contiene aqui coigue (Nothora- gus dombeyi, Mirb. Oerst), lenga (Nothofagus pumilio, Poepp. et Endl. Krass) y ñiere (Notho- ragus antartica. Forst. Oest) y de vez en cuando se ve interrumpida por áreas verdes. Nos rodea aqui la típica visión de la zona de los parques, que evoca en mi la imagen de los bosques euro- peos dc haya. Debemos cruzar el rio varias veces y cl con. junto de seis caballos de carga y cinco jinetes, va- deando por el agua, ofrecen cada vez un lindo es- pectáculo. Nos acompaña un potrillito y nos di- vierte observar cómo pretende actuar como los caballos adultos. Torrealba y yo vamos a pie; só- lo para cruzar el rio montamos momentánea- mente. Todos los demás van montados y cada uno tiene bajo su cuidado un caballo de carga. Después de una marcha de dos horas llegamos al término superior del valle y nos encontramos de pronto al pie dc altos cerros glaciares, de los que parte el riachuelo junto al cual está la humil- de cabaña que buscamos. Nuestra gente se insta- la cómodamente cn ella y nosotros armamos la carpa en medio de un pequeño prado cubieto de florecillas silvestres. Una vez más me siento co- mo en una finca; ya ha oscurecido. Estamos có- modamentc sentados en la cabaña, en tomo al fuego. Desde afuera oímos el ruido de los caba- llos que pastan y junto al alegre tañir de sus cam- panitas, Balboa nos cuenta de su vida. Dice que hace doce años llegó a este valle por primera vez Antes habia tratado de radicarse en una región bastante poblada, pero los colonos luchaban ahí con cuchillo y revólver por un pe- dazo de terreno. No soportó esa situación y pre- firió buscar otra propiedad entre las miles de hectáreas que le pertenecían al Estado, lejos de toda civilización. A partir del Valle Ibáñez, cabalgó trechos in- terminables por la nevada cordillera, hasta llegar a este valle. Le gustó tanto que decidió radicarse aquí. Había venido con un buen amigo, ya falle- cido, y así se convirtió en solitario colono, vi- viendo muchos años en completo aislamiento con sus animales. Cuando descubrió estas tie- rras, fuc a buscar un;" vacas y las trajo por las montañas. Así Vivió completamente duran- te varios años. Luego aparecieron otros colonos que venían desde el Paloma, que se asom- braron muchísimo de encontrar aqui un asenta- miento organi"ado. Nadie se explicaba de dónde vendría este hombre y hasta el dia de hoy es el único que ha llegado a este valle cruzando la cor• dillera. No se puede decir que Balboa sea un primitivo que 1c haya dado la espalda a la civilización. Al contrario, ayuda y coopera en lo que puede y de- sea contribuir a establecer la ruta dc conexión más apropiada hacia la región Ibáñez. Nos ha acompañado hasta aqui Mañana nos llevará al valle principal, es decir, al valle del paso que en su honor hemos bautizado -Valle Balboa-. pero las condiciones del tiempo impiden nuestra partida a la mañana siguiente; llueve en forma intensa. Gonñlcz llega a las 10 AM. con el cordero prometido, Se hizo cargo del cuidado de los animales dc Balboa, mientras éste nos acompaña unos días. Parece contento de hacer- lo; le encantaría seguir con nosotros hasta la me- ta. Pueda scr que este intermezzo en sus activi- dadcs cotidianas le haga recordar sus años de pe- regrinación por la cordillera y disfrute el poder compartir ahora una vez más las aventuras de ta- les expediciones. También a González le gusta. ría seguir, pero dehe preocuparse de los anima- les de su patrón. Para demostrar sus deseos de ayudarnos, pone sus caballos a nuestra disposi• ción. No se puede negar que tenemos mucha suerte en esta expedición, que se ha convertido en un verdadero paseo gracias a la ayuda propor- cionada. Balboa cuenta de pumas y lauchas. pasamos casi todo el dia conversando en tor- no al fuego y Balboa nos entretiene con sus rela- tos. Nos cuenta cómo una vez casi enloqueció con una plaga de lauchas. Sucedió hace años cuando norecio cl bambú. lo que ocurre cada a 50 años. Apareciemn tantísimas lauchas que no habia cómo deshacerse de ellas. Nada estaba a salvo ante estos roedores. Tuvo que guardar to- dos los comestibles en tarros de latas bien tapa- dos. Se comieron todas las cosas hechas de cuero de caballo, dc vaca o de oveja. No se salvó nada. Como explicación de esta plaga, piensa que se debió a que después de la floración del bambú, cayeron al suelo las frutas maduras a que dio ori- gen y éstas atrajeron a los roedores, pues consti- tuian un precioso bocado para ellos. Durante ese periodo las lauchas vivieron como en el paraisoy se multiplicaron con rápidez increíble; posible. mente la semilla de los frutos tuvo un efecto fer- tilizador en los animales. pero tan súbitamente como se ori$inó la pla• ga, terminó también. La semilla broto pero ya no constituia alimento para los roedores que empe- zaron a pasar hambre. Y fue entonces cuando atacaron con furia todo lo que encontraban en las casas y establos de los pobladores. Se com- portaban como verdaderos piratas. En algunos 149  casos hubo que colgar las cunas con las guaguas del techo, sujetándolas con alambres: también los adultos eran atacados en su sueño. Nadie sa- be. cómo, de pronto las lauchas desaparecieron. La propia naturaleza se habrá encargado de res• tablecer el equilibrio biológico. Miles de lauchas se echaron al río como en un suicidio masivo. Más tarde se encontraron sus cadáveres junto a la orilla del lago, llevados ahi por las olas y cl viento, expuestos al proceso de putrefacción. Torrealba pregunta a Balboa si ha tenido oportunidad de ver al puma, llamado león pla- teado. Contesta que en la actualidad este animal ya casi no existe por estos lados. Cuando él re• cién llegó con su amigo, un dia mataron dos hembras y un macho de pelaje claro. como los que se ven en la pampa. También vieron un pu- ma dc color café rojizo que es muy temido por. que ataca a las ovejas y vive en los bosques. Una vez mató a uno de estos pumas. el cual tenia la particularidad de que una de sus patas y orejas eran de color blanco. Asi pasa el dia lleno de relatos y recuerdos junto al fuego, Al atardecer. el tiempo mejora y el cielo estrellado de la noche presagia un dia sin lluvias. Llegada al Valle Balboa. Con un sol esplendoroso iniciamos muy tem- prano nuestras actividades. Como tendremos que pasar por un desfiladero muy empinado, los caballos transportarán solamente la mitad de la carga usual, lo que significa que habrá que hacer dos vcccs el mismo recorrido. Nuestros horn- bres y Balboa conducen los animales hacia arri- ba; Torrealba y yo cargamos las pesadas mochi- las. La sombra cubre todavia la empinada ladera, asi es que no nos podemos quejar de calor. Pero el ascenso que emprendemos se hace sentir en las piernas. Después de algunas horas logramos llegar a una pequeña pampa, a unos mts. de altura. Está rodeada dc árboles de un verde claro (Not- hofagus). Mientras los hombres regresan con los animales para buscar el resto de la carga, To- rrealba y yo escalamos otra ladera hasta llegara un punto desde el cual obtenemos una buena vi- Sión a la redonda. La atmósfera despejada nos permite ver todo claramente. Podemos recono- cer muy bien los valles que van en dirección sur y sureste hacia el Valle Ibáñez. Todos, menos el Balboa, terminan en los nevados pasos. En di- rección noreste podemos mirar directamente al interior del cañadón Boca de león; justo delante de nosotros se ve una punta del Lago Paloma. Senderos silvestres revelan que por aquí deben haber pasado huemules, aunque no podemos ver ninguno en la cercanía. Nos apresuramos en regresar y en cuanto lle- gamos al campamento, aparece también la cara- vana con nuestros hombres que vienen agota- El buen tiempo se mantiene. Pasamos una no- che tranquila y a la mañana siguiente prosegui- mos la marcha. Volvemos a descender en forma bastante abrupta, siguiendo un vallecito que ter- ISO mina en el Valle Balboa. Hacia el medio dia lle- gamos a una choza que Balboa construyó aqui hace seis años. Se encuentra a unos 590 mts. so. bre el nivel del mar y a unos 100 mts. del fondo del valle fluye el rio Balboa, cuyo ruido podemos percibir. Aqui pasa por un valle bastante amplio donde abunda el pasto. Este es un estupendo ali- mento para nuestros cansados animales y como no sabemos cómo será el terreno más hacia el in- terior del valle, preferimos acampar aquí. En la tarde, Balboa sale con los hombres a ve. rificarel estado del terreno. Regresan a las 8 PM. y nos cuentan que hasta unos 8 Kms_ más arriba, donde hay que cruzar el rio, todo está bastante bien; pero el alto nivel de sus aguas podrían planteamos algunos problemas. Balboa se despide a la mañana siguiente y no. sotros proseguimos la marcha por el valle que ahora lleva su nombre. Todavía disponemos de seis caballos. Cinco de ellos van cargados y el sexto no transporta nada. Quedamos de acuerdo con su dueño que si ya no los necesitaríamos más, los arrearíamos de vuelta, el cree que serán capaces de encontrar solos su acostumbrado lu. gar de pastoreo. Para la construcción de una futura ruta cami- nera sólo sería utilizable cl lado izquierdo de es- te valle. Fuera de algunas rocas sobresalientes que se podrían dinamitar fiEilmente, no hay mayores impedimentos. En cambio, el lado de. recho del valle desciende hasta el rio en forma casi vertical. A este lado también existe el peli- gro de permanentes rodados. Empinadas que. bradas a las que se precipitan las masas de nieve surgen desde la base del valle hasta las heladas cumbres dc la -Cadena de Montes Castillo". En uno de los puntos de la ruta que seguimos hoy. nos vemos obligados a cruzar por sobre una enorme avalancha de nieve que se extiende has. ta más allá de la orilla izquierda del rio. Gruesos árboles quebrados demuestran la fuerza de este rodado. De pronto una roca nos impide seguir el cami- no al lado izquierdo del rio. Este es el punto has. ta donde llegaron nuestros hombres ayer. Por el lado derecho no es posible vencer este obstáculo y asi decidimos cruzar el rio. Como la corriente es demasiado fuerte, los animales sólo podrán lograrlo sin la carga. Tratamos de organizar un puente de troncos y después de varios esfuerzos, lo El traslado de la carga por aquí ya no constituye un problema, ahora sólo nos preocupan los caballos. Aunque el rio no es muy ancho, su agua se precipita con tal velocidad entre grandes rocas diseminadas en su lecho, que la maniobra en si encierra cierto peligro. Cuidadosamente hacemos que un caballo se meta al agua primero. La cuerda atada a su cue- 110 la sujeta uno de los hombres que ya se en• cuentm al otro lado. Con gritos alentamos al ani• mal para que avance, mientras se tira la cuerda desde allá. Aún cuando los animales no puedan pisar el fondo, están tan acostumbrados a estas penurias que todos llegan ilesos a la orilla opues- ta. Sólo uno de ellos se suelta. es arrastrado por la corriente y ya pienso que lo hemos perdido,  cuando veo que un trecho más abajo logra topar fondo, se incorpora y sale muy campante a la ori- lla. Asi habríamos terminado este episodio sin ma}ores pérdidas y procedemos a instalar el campamento en el lado derecho del valle. Toda- via es temprano y alcanzamos a salir a reconocer el terreno y a iniciar la apertura de una senda, trabajo que deberá continuarse a la mañana si- guiente. Como el tiempo no amanece muy favorable, preferimos no trasladarnos a otro campamento por hoy. pero me preocupan los caballos; por es- tos lados no encuentran suficiente pasto y de vez en cuando tratan de regresar a la otra orilla. Ya en la noche anterior nos dieron que hacer en ese sentido; por suerte, nos dimos cuenta a tiempo dc sus intenciones y alcanzamos a arrearlos ha- cia los cerros. Subida al paso. por fin llega el momento en que podemos par- tir. Se buscan IOS caballos, cargamos y empren- demos el ascenso hacia el paso cordillerano. El rio a nuestra derecha se precipita como un loco por su lecho. Se abre camino por entre escarpa- das rocas; seguramente éstas dificultarían mu- cho la construcción de un camino. Sería necesa- rio dinamitar en parte algunos trechos. En otras partes seria posible evadir las rocas por medio de puentes que conduzcan al camino por el lado opuesto del rio; así podría proseguir la ruta sin los impedimentos rocosos. La primera dificultad verdadera está a un kiló- metro de distancia del último campamento; se trata de una avalancha de nieve cuya blanca car- ga ha llegado hasta el rio mismo. Tratar de cru- zarla seria demasiado arriesgado ya que podría encontrarse horadada por el rio. Evadimos este obstáculo remontándonos algo por una ladera. Uno de los caballos pierde el equilibrio y se da vuelta hacia atrás, cayendo casi al rio. Por suerte, unos troncos derribados que se acumularon en la orilla impiden su caída total. No sólo habria- mos perdido el animal sino que con él nuestras carpas y sacos de dormir. Este incidente nos demuestra el peligro que corremos. Preferimos descargar todos los ani- males y transportar la carga nosotros mismo por la ladera hacia arriba, lo que significa un gran es- fuerzo. En general, éste ha sido un mal dia para mí. Ya en la mañana temprano me corté un dedo con el machete. Después resbalé y cai en forma tan de- safortunada que el dolor en la pierna me acom- paña todo el día. Y para colmo de los males, olvi- dé mi cámara fotográfica en un lugar que ha que- dado muy atrás cuando me percato de ello. pedro Dias y los demás se ofrecen para ir a buscarla, pero nadie mis que yo sabe el lugar exacto donde está; asi no me queda otra que des. hacer todo 10 andado. Bueno, eso me pasa por ol- vidadizo. La quebrada por donde continuamos la mar- cha es tan empinada en algunas partes que basta- ría que uno de los animales resbalara para preci- pitarse de inmediato hasta el río abajo. Sin em- bar", estos caballitos chilotes son verdaderos acrobatas y están tan acostumbrados a estas for- adas jornadas, que casi no deberiamos preocu- pamos. Más abajo de nosotros hay cantidades inmen- sas de piedras y rodados, como si una mano gi- gantesca los hubiesc juntado ahí. Tal vez pro- vengan de época prehistórica y hayan sido trans- portados por enormes desplazamientos glacia- res. Balboa ya nos había hablado de este laberin- to de rocas, refiriéndose a él como "Casa de Pie- dras", nombre que conservaremos. Hacia el mediodía tenemos que volver a cru- zar el río. El valle se ensancha y la senda mejora. El rio se ha achicado bastante y el vadearlo dos veces más ya no constituye ningún problema. Ahora nos quedamos definitivamente en su ori- lla izquierda. El valle continúa en la misma di. rección, entre los 2CK) y 210 grados de latitud sur; recién al aproximarnos al paso, su dirección cambia a 220 grados. Súbitamente divisamos el paso entre los tron- cos que a estas alturas ya están bastante deterio- rados. El altimetro indica 900 mts. sobre el nivel del mar y seguimos subiendo. Por fin se termina el bosque y ante nosotros se extiende una verde pradera, por cuyo centro fluye un arroyo bastan- te correntoso en la dirección de la cual venimos. La planicie que enfrentamos tendrá unos 8CK) mts. de ancho y está rodeada de altos cerros que sólo podemos ver cuando las nubes se disipan un poco. En esto se levanta un fuerte viento y co- micnza a llover. Como hay bastante pasto para nuestros animales, decidimos acampar aquí. Llegamos al divorcio de las aguas. Una vez más el tiempo mejora y aprovecha- mos el nuevo día para salir a inspeccionar los al- rededores. Disponemos de suficientes caballos y podemos cabalgar. Improvisamos sillas de mon- tar con frazadas, lazos y cuerdas, y el resultado es bien pintoresco. El cielo está relativamente despejado y a tra- vés del paso cordillerano gozamos de una her- mosa visión. Por las laderas orientales del lado oeste, el enano bosque montañoso se arrastra Otros cincuenta metros arriba, hacia los nevados eternos desde los cuales se deslizan glaciares azules. Una cumbre sigue a otra, todas tan empi- nadas que a veces la nieve no puede sujetarse en las partes altas de las laderas. Estas superficies oscuras contrastan con el cielo azul que las ro- dea En cambio, las laderas menos escarpadas tienen nieve etema y ventisqueros, desde los cuales se desprenden amplios glaciares. Este lado occidental que impresiona como un paisaje invernal, contrasta con el aspecto estival de las laderas del oeste del lado oriental. Aqui el bosque continúa hasta unos 2(K) mts. más arriba. NO se ve nieve y donde termina el bosque, si- guen verdes superficies que terminan en el terre- no pedregoso de las cumbres. Designamos toda esta cadena como 'Cerro Quilla" pues se asemeja al contorno de un bote dado vuelta. Su punto más alto queda a unos 1.800 rnts. La cadena  montañosa occidental recibe el nombre de "Cor- dón de la Campana", porque Balboa ya había bautizado su cumbre más austral como "Campa. Ya hemos cabalgado 5 kms. cuando llegamos al divorcio de las aguas. queda a unos mts. dc altura. En pequeñas superficies cenagosas sc forman unos arroyuelos que siguen su curso, al- gunos hacia el norte y otros hacia el sur. Nos cn- contramos en uno de los puntos donde se produ- ce cl divorcio de las aguas que van a alimentar IOS dos sistemas lluviales más grandes de la pro- vincia, los rios Baker y Aisén. I lasta aqui habíamos atravesado praderas montañosas que se elevan en forma gradual, pe- ro ahora el terreno desciende directamente ha. cia el bosque, en dirección sur. Más tarde, una vez que hayamos reconocido mejor el terreno, intentaremos bajar por ese lado. I loy dia nos da- mos por satisfechos con lo logrado e iniciamos el camino de regreso. durante el cual matamos dos gansos silvestres que nos servirán para una sopa esta noche. El día siguientre es un día totalmente perdido en que no podemos hacer otra cosa que esperar. El viento tironea las carpas como si quisiera arrancarlas. I lace un frio intenso y llueve sin ce- sar. Tampoco podemos calentarnos junto al fue- go por que el viento nos echa el humo a los ojos. Y el barómetro no presagia nada bueno. NO hay, pues, ninguna perspectiva alentadora. Tal vezya nos habíamos habituado al buen tiempo y al avance sin tropiezos mayores en esta expedi- ción. Si la comparamos con la del verano pasado, tenemos que conceder que hemos tenido una suerte increible hasta ahora. Por fin pasan las horas. Antes de dormir, con- verso con Torrealba sobre cl Valle Explorado- res. El menciona un rio llamado Tranquilo que proviene del oeste y que desemboca en el Lago General Carrera. Los colonos radicados ahí le dijeron que es un rio proveniente de escasa altu- ra: además, al interior del valle hay un pantano cuyas a$uas aparentemente nuycn hacia el no. roeste. ',Podria ser ése el lugar dc transición que buscamos hacia el mar? Al Oir esto, se refuerza mi propósito anterior de tratar de seguir en lo posible este verano el Curso superior del Rio Exploradores. Espero que entonces pueda concluir satisfactoriamente mi labor exploradora en ese valle, iniciada tiempo atrás. Aunque persisten algunas llovisnas al día si- guiente, el tiempo mejora, lo que nos sorprende, dado el mal estado anterior. Pero tal como 10 comprobamos otras tantas veces, la buena suer- Nos apresuramos a juntar nuestros caballos, fieles e indispensables acompañantes. Ya cada uno ha recibido su nombre: la "Yegua Madrina" es la que guia a los demás; la —Tuerta" y la "Vie- ja" Y también la "Media Cara" obedecen Sus nombres a características especiales. La última tiene la mitad de la cara blanca y la otra, negra. Uno de los animales se llama "Mula- por sus ore- jas grandes y otro, manso como un cordero, es el 152 "Potro". De vez en cuando produce cierto distur- bio cuando todos pastan en alguna pradera, pero en general esle potro es muy abúlico. De otra manera no habna llegado a convertirse cn ani- mal de carga. Muy pronto nuestra cavarana se ponc en mo- Vimiento por este valle rodeado dc nevadas cum• y ventisqueros. Si alguna vez. sc logra cons- truir una carretera por aqui, será una ruta privile- giada en cuanto a la increihle belleza natural que brindará al viajero. Nuestro próximo campamento se instala al pie del cerro Campana en un verde bosquecillo, interrumpido por algunas superficies cubiertas de pasto. Una vez que han quedado puestas las carpas. VOY de paseo por la ladera del cerro y dis- fruto de la vista hacia la zaina de Ibáñez. donde reconozco claramente unos roces y una azulada columna de humo que se elevaba detrás de una colina. La mañana siguiente nos regala un sol esplen- doroso. Dian, Aguilar y Delgado se ponen a tra- bajar desde temprano en una senda para caballos que conduzca al interior del valle. Tal vez podre- mos usar asi nuestros animales una vez más y li- berarnos de tener que transportar nosotros la pe- Sada carga. Sabremos si será posible esta noche, cuando los hombres regresen de su trabajo. Torrealba y Martincz me acompañan a caba- (loa sacar unas fotografias y a filmar. El paso cor- dillerano y los cerros circundantes ofrecen múl- tiples motivos y espero poder captar algo de su belleza. En la tarde obtenemos una buena visión de los alrededores del cerro Quilla. Vemos la región a nuestros pies como en un mapa. I lacia las altu- ras vemos el origen del rio Ibáñez. Parece que allá hay otro paso cordillerano que conduce al valle del Murta, el que desemboca en el Lago General Carrera. No lo podemos reconocer cla- ramente desde donde estamos, pero si mañana escalamos el cerro Campana, podremos solucio- nar esa y otras dudas. por sobre el horizonte al sur se eleva el gigantesco San Valentín. primero casi no podemos creer que sea él, pero luego de verificar nuestros cálculos nos convencemos que no puede ser otro que este gigante de 4.(m mts. En parte también podemos seguir el curso del río Ibáñez. Serpentea como una enorme cu- lebra formando bancos de arena y pantanos. Y ahi donde ayer vimos elevarse la columna azula- do de humo, podemos reconocer ahora una po- blación al otro lado del inmenso río. El riachuelo cuyo curso seguimos hacia abajo por cl valle parece pasar por profundas quebra- das y es posible que eso nos acarree problemas. Los abridores de sendas confirman esta impre- Sión cuando regresan al campamento en la no- che; según ellos, se podría continuar todavía un buen trecho por el valle. Mañana trataremos de seguir ese camino, creemos poder llegar más rápido atravesando el paso cordillerano. Sin embargo, ese no es el sen- tido de nuestra expedición. Lo que realmente nos interesa es averiguar las posibilidades de  construir un camino o una via férrea por la parte más baja que conduce a través de la selva. Escalamos el Cerro Campana. Temprano a la mañana siguiente y con buen tiempo. despachamos nuestros hombres con dos caballos cargados. Torrealba y yo partimos hacia la cumbre del Campana con compás, anteojos de larga vista, altimetro y máquinas filmadoras. Tratamos en lo posible de aprovechar los cam- pos de nieve porque nos permiten caminar me• jor que sobre terreno plano cubierto de piedras 0 despojos. La subida hasta un canto que precede la cum- bre es relativamente fácil, pero luego sc pone muy empinada: llegamos después a una roca muy gastada. las piedras que contiene están bas- tante sueltas y no son muy confiables. por eso la única posibilidad de seguir ascendiendo condu- ce por una angosta cresta cuyo lado norte se pro- longa hacia abajo en un extenso campo nevado, mientras que su lado sur termina en una inmen- sa ladera de despojos. A medida que subimos los peñascos están cada vez más sueltos y nos da- mos cuenta de que al continuar por aquí encierra verdadero peligro. Muy cerca de la cumbre tene- mos que desistir de nuestro propósito de llegar hasta ella. En realidad. no nos interesa dominar todas las cimas; además. no tenemos el calzado apropiado para tal empresa. Es preferible no ex. ponernos más al peligro de sufrir alguna fractura en estas soledades y hacer fracasar asi el éxito de nuestra expedición. La altura lograda hasta aqui es de unos 1.9(X) mts. y lo que queríamos comprobar ya se extien- de ante nuestra vista hacia abajo. Hay un impo- nentc conjunto montañoso. entre cuyas cum- bres se eleva por sobre todos los demás la in- mensa masa helada del San Valentín. Ya señala. mos anteriormente que este es el cerro más alto de los Andes Patagónicos. Un poco más al sur, reconocemos al otro gi- gante de 3.0 mts.. el Arenales; en el este brilla el empinado Cerro Castillo con sus rojizas pare- des rocosas pero lo que más nos interesa hoy, es observar el curso de los rios desde esta altura. Podemos seguir el curso casi completo del rio Ibáñez, desde Su nacimiento hasta su trayecto inferior. Casi con seguridad localizamos dos pa- sos, uno que conduce del valle del rio Ibáñez al del rio Murta. Es obvio que este último tiene una longitud mucho más larga que la señalada en el mapa. Sus brazos se bifurcan por entre los cerros a una distancia considerable. Pero fuera del Paso Balboa, no podemos dis- tinguir otro que permitiera la construcción de una carretera hacia Puerto Aisén_ podemos re- gistrar como descubrimiento nuestro, la ubica- ciónde estos dos pasos hacia la zona del Murta y, por lo tanto, cl Lago General Carrera. Ellos pare- cen estar a menor altura que el paso Balboa, Cuya parte más alta tendrá unos 1.300 mtS. I lemos tomado muchas fotografias y anotado todo lo necesario, hora de emprender el regre- so 'lace calor v no sopla cl vienln de las alturas, comienza de nuevo el suplicio de los in- sect0S. Nos martirizan rpás de lo que razonable. mente se podría esperar. A Torrealba le encanta comer helado y se le Ocurre satisfacer este antojo. Recoge nieve del trecho que vamos atravesando y llena su mochi- la con ella. Al llegar al campamento, coloca un poco de nieve cn una taza, Ic agrega azúcar y le. che envasada y lo revuelve bien. A otras porcio- nes de nieve, le agrega harina tostada. Nuestros hombres, se entusiasman con este invento y de. voran tales cantidades que les llega a doler el es- tómago. Por suerte, son resistentes y se sobrepo- nen a estas extravagancias. NOS deshacemos de IOS caballos. Martínez y Delgado llegaron de vuelta Con los caballos al mediodía mientras que Díaz y Agui- lar regresan recién al anochecer pues estuvieron toda la tarde abriendo la senda. Ahora ya no po- dremos continuar con caballos y decidimos en- viarlos de vuelta a la choza de Balboa, en vez de dejarlos en libertad aquí. No estamos seguros que podrían encontrar solo el úqmino de regre- so. Encargamos a Díaz. Martínez y Aguilar que se preocupen de llevarlos pues son los que mejor manejan estos animales. Deberán partir tempra- no a la 6 AM. si todo resulta bien, podrían llegar al rancho de Balboa al atardecer. Bajo la guía de Delgado que ya conoce esta re- gión, partimos todos los demás hacia el valle. La ruta que seguimos está a unos 7(Y) mts. a lo largo de una ladera bastante empinada. Vemos que desciende abruptamente hacia el rio, cuyo ruido resuena hasta arriba, indudable- mente por aquí habria ciertas dificultades para la contrucción dc un camino, aunque seria exage- rado hablar de imposibilidad técnica. Todo de- pendería de lo que cueste y haya disponible para invertir en la obra. Es fácil apreciar que habría que mover mucha tierra, si la ruta pasara por aqul. Después de varias horas subiendo y bajando cerros llegamos a una meseta pantanosa que queda a unos 7 kms. más. Calculo que podría- mos llegar a la primera población del valle; pero por la configuración del terreno seguramente nos demoraremos algunos días más, No alcanzamos a llegar al campamento cuan- do sc desata una tormenta, Hay que reforzar las carpas para asegurarlas contra el fuerte viento, seguido de lluvia torrencial. Entre tanto, Delga- do se ha puesto a preparar una sopa de arvejas; el fogón se encuentra bajo una lona colocada obli- cuamente para resguardarlo de la lluvia. pero la tormenta lo arranca y lanza contra unos matorra- les; también la olla cae al suelo y las arvejas se es- cabullen, rodando. Sorprendo a Delgado tratan- do de recogerlas. A pesar de todos los impedi- mentos, de alguna manera consigue terminar los preparativos y nos sirve sopa de arvejas esa no- che. Guardo silencio. La persistente lluvia nos Obliga a permanecer inactivo otro día más; no hay nada que hacer. Los arrieros tampoco pueden regresar con es- te tiempo infernal, de modo que no queda Otra  cosa que seguir esperando. Y la lluvia continúa toda la noche. Recién al amanecer la naturaleza se aquieta afuera; me llama la atención el absoluto silencio que se producc a continuación. En cuanto aclara un poco, abro la carpa y me encuentro con un verdadero paisaje invernal aunque estamos en plena época de verano, La nieve ha caído hasta la altura del Paso cordillerano. Se ha acumulado sobre los árboles y grandes motas blancas siguen cayendo. Para mi todo tiene un aspecto navide- ño. pero como estamos en el hemisferio sur y en verano, la nieve no perdurará, pronto comienza a desaparecer en forma tan inesperada como se produjo. Una leve y cálida brisa del oeste acelera su derretimiento. A pesar del mal tiempo nuestros arrieros re. gresana las 2 PM.; vicncn empapados. Perdieron el dia de ayer por la lluvia. Aunque continuaba lloviendo esta mañana abajo en el valle. prcfirie. ron regresar, exponiéndose a la lluvia antes de pasar otro dia inactivos en la choza dc Balboa. Pensaron también que si seguían esperando. po- drian tener problemas con el aumento del cau- dal de los rios. Me siento aliviado de comprobar que a pesar de todo han llegado bienyque los ca- ballos fueron entregados_ Al atardecer se reinicia la lluvia, que luego continúa toda la noche y también durante cl día siguiente. El paisaje invernal se ha transformado de nuevo cn estival. pues todos los árboles han perdido la nieve que aún retenían. Lo que nos molesta. es la lluvia que nos obliga a permanecer en el campamento. para pasar el tiempo nos en- tretenemos con competencias dc tiro al blanco; algunos salen a cazar y otros duermen. A la lluvia siempre sigue el sol. incluso en la es cuestión de tener paciencia. A las 7 de la mañana del dia siguiente estamos listos pa- ra partir. La carga se reparte entre todos ya que su peso es considerable. Martinez se extralimita en Su afán por ser servicial e insiste en que le den más cosas para transportarlas. Tendré que obser- vario. Como ya conocemos el bosque por cl cual sc llega al valle, escogemos ahora otra ruta a lo lar- go dc una cadena montañosa. que Balboa nos mencionó. Lentamente avanzamos a través de la franja boscosa que queda entre el paso y las montañas rocosas. Una vez que llegamos a la parte superior de éstas, nos encontramos con una superficie bastante plana: con el viento que nos empuja desde atrás, podemos caminar más rápido durante algunas horas. en dirección hacia el valle. A nuestra izquierda se elevan las cimas de la Cordillera Castillo y a la derecha se extien- de el angosto valle del Arroyo Portezuelo. Hacia las I I AM. llegamosal lugar dondeque- daron nuestros bultos transportados por los ca- ballos hasta ahi; a partir de este momento estare- mos incursionando en territorio desconocido. El bosque está bastante ralo y asi no cuesta seguir por el. Martínez sufre un pequeño accidente, se resbala y tuerce un pie. Con ello, el ritmo de nuestra marcha se va constreñido, pero ya no fal- ta mucho para llegar al valle. Ilay indicios que 154 así lo indican. En una pequeña colina, vemos las primeras señales de la mano del hombre, pues hay un corral con algunas vacas y terneros. Y sor. presivamcnte, cl valle Ibáñez se extiende ante nuestra vista y aparece más allá una pequeña fin. ca. Parados cn una roca sobresaliente podernos reconocer muy bien el cerco y las casas. El rio que está ahora directamente frente a nosotros, hace grandes recovecos al avanzar hacia su semty»cadura. Son las 6 PM. cuando llegamos al valle. Ladri- dos de perro anuncian nuestro arribo. Poco des- pués estamos ante la casa del colono Antureo, que sale con su familia, nos miran llenos de asombro. Les explicamos como hemos venido hasta aquí. Nos invita a pasar con Torrealba a servimos un mate. A nuestros acompañantes les ofrece medio cordero para que se preparen un asado. Pronto ubicamos un buen lugar para acampar en la cercania_ Por estas partes hay leña seca para el fuego y asi no Lardamos de sentirnos como en casa. Se podria decir que hemos llegado a la me- ta de nuestra peregrinación. Lo que todavía nos queda por delante hasta el Lago General Carrera es territorio conocido y que se presta para la fu- tura construcción de un ruta caminera. No tendremos que preocuparnos nuevamente de obtener caballos Algunos de nuestro grurn tendrán que regresara buscar parte de los bultos que dejamos cn un lugar de la senda en el que. Antureo nos facilitará los caballos para esta tarca y con eso todo será más fácil, pues un tre- cho de la senda es perfectamente para animales de carga. En realidad merecemos un descanso y por no nos provx»nemos nada especial para este día. Es decir, parte del tiempo libre habrá que dedi- carlo al lavado y arreglo de la ropa. Comenzamos deleitándonos con varios litros de leche fresca para el desayuno. A la hora de al- muerzo nos sirven una apetitosa cazuela a la chi- lena y el postre lo vamos a buscar afuera. Come- mos frutillas silvestres hasta saciamos; crecen en abundancia cn esta región. Después segui- mos el restin con calafates maduros, fruta de la cual se dice que quien la haya comido una Vez, tendrá que regresar siempre de nuevo a la Pata- gonia. iEn buena hora! Creo que los pobladores de esta región no sa- ben apreciar lo que la naturaleza les brinda. por ejemplo, las frutillas que crecen solitas, o tam- bién los calafates. De ambas frutas se podría ob- tener una excelente mermelada siempre que la fruta se ponga a cocer con suficiente azúcar. pa- rece que las mujeres de los colonos no conocen esta posibilidad, o bien. no se quieren dar el tra- bajo. La gente se alimenta aquí casi exclusiva- mente de carne y mate. Sólo los colonos que es- tán radicados desde hace tiempo, cuentan con leche fresca y quesos que fabrican durante cl pe• riodo de abundante producción lechera y que les alcanza para todo el año. Se come relativamente poco pan. Los que tienen huerta, también disp- nen de verduras y papas. Un hijito del colono, de unos diez años, no se  separa de nosotros en el campamento. Nuestra llegada debe haberlo impresionado mucho. Su apariencia es la de un pequeño gaucho argenti- no. El pelo muy negro que adorna su cabeza apa- rentententc io heredó de su madre, cuya ascen- dencia araucana es obvia. El dueño de casa es un chilote de tomo y lomo, que se ha esforzado mu- cho por proporcionarle a su familia todo 10 nece- sario. Parece ser bastante entendido porque su propiedad revela un tesonero trabajo y está en buenas condiciones. " 
'''incompleto'''
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